Ante el espeluznante giro que dio el caso Jimena Salas con la muerte de Javier Saavedra en el interior de la alcaldía, bajo responsabilidad de la Oficina Judicial, que no pudo mantenerlo con vida para que pudiera afrontar el juicio que lo tenía como imputado por el brutal femicidio ocurrido en 2017; se inició una investigación para dilucidar como fueron los últimos días del reo.
“En twitter la verdad no importa”, dijo Mario Pergolini durante una entrevista. Parece ser el eje coyuntural de la discusión social que produjo la muerte de Javier “el Chino” Saavedra, muros adentro de la alcaldía a solo 12 horas de ser juzgado por el bestial femicidio de Jimena Salas, el ya lejano 27 de enero de 2017.
El martes 16 de setiembre de 2025 iba a dar comienzo “el juicio del siglo”, título referencial que se le ocurrió a quien redacta la presente nota de modo explícito, ante la expectativa del desarrollo del debate oral y público más esperado del año en el contexto judicial.
Pero solo bastó una hoja de “Gillette” y un balde para que Javier Nicolás Saavedra se tomara el “Expreso de medianoche” y haya privado a toda una sociedad de algo tan elemental pero tan valioso como lo es la verdad en una sociedad famélica de este pilar de la institucionalidad.
“Sin la verdad no somos nada”, dijo una vez el fiscal de distrito de Nueva Orleans, Jim Garrison. Solo que el fiscal que llevó adelante el único caso por el magnicidio de JFK no vivía en la era de las redes sociales, donde la discusión pasa por trending topic y la cantidad de likes.
En ese perverso escenario aparecen los que dan el tilde por un suicidio y cuantos dan like por imaginar una trama digna de una serie de Netflix dentro de los muros de la alcaldía de Salta. Allí donde hasta el día de la procesión del Señor y la Virgen del Milagro, estaba alojado el acusado de cometer el peor de los crímenes que se pueda tolerar, el de asesinar a una madre en frente de sus pequeñas hijas y escapar por 5 años a los lejanos parajes de Santa Victoria Este. Pero nada de eso se probó ni se probará.
Pastillas, una Gillette y un balde
Una fuente altamente confiable detalló a MUY CRITICO como sucedieron los hechos los últimos 4 días en la vida de Javier Saavedra. El viernes 12 comenzó el plan de “escape” del Chino, el cual no incluía los próximos 35 años en el Séptimo Círculo del Infierno, donde anidan los homicidas y quienes no necesariamente como relata Dante Alighieri serán “sumergidos en un río de sangre hirviente, vigilados por centauros”, sino que se hundirán en la ignominia social, en esa letrina que es la Unidad Penal de Villa Las Rosas.
Aquel viernes, Javier trazó un plan A y un plan B. El primero habría consistido en “empastillarse” hasta lograr el nirvana que lo hiciera llegar al estado de liberación y paz suprema que se alcanza al extinguir el sufrimiento, los deseos y el ciclo de renacimientos.
Toda esta poética forma de relato no obedece a trazar un paralelismo con la bitácora que Saavedra venía redactando durante su confinamiento, sino la de acercarse a un estado de gracia que una mente privilegiada como la del acusado podía anidar, ya que un hombre que ha permanecido prófugo de la justicia durante 5 largos años es, al menos, algo a tener en cuenta a la hora de meditar a quien se iba a sentar en ese banquillo de los acusados durante 2 meses; mientras se iba a ir desandando el camino del horror. Ese que conjuga en todas sus vertientes directo hacia aquel fatídico medio día del 27 de enero de 2017.
Las pastillas no dieron resultado y Javier pasó el sábado y el domingo en condiciones sanitarias que denotaban claramente la ingesta de fármacos que habían ralentizado su sistema nervioso. Pero los funcionarios de la Oficina Judicial jamás lo notaron porque para ellos Javier Nicolás Saavedra era “un reo más”. Apenas un número que completa la nómina que pasa a engrosar la población carcelaria de la alcaldía.
Allí cabe la pregunta incomoda ¿Cómo entran esas pastillas a la alcaldía? pues el dilema lo respondió un recluso que prestó su testimonio durante una audiencia del juicio contra los funcionarios del servicio penitenciario que justamente se sigue desarrollando en la Sala de Grandes juicios: “En la cárcel podes conseguir lo que quieras”, dijo bajo juramento ante el tribunal.
¿Y una Gillette? por supuesto que sí. Lo cual formaba parte de la segunda opción del plan de escape del Chino, más un balde donde introducir sus muñecas flageladas, las cuales se desangrarían hasta desvanecerlo y perder el conocimiento. Estado en el cual lo encontró un compañero de confinamiento, en un shock hipovolémico.
A solo 12 horas de ser juzgado Javier logró su cometido, concluir su plan de escape hacia el nirvana. Allí donde ya nadie le haría preguntas, ni le mostraría la batería de pruebas que había preparado la fiscalía para mandarlo a la sombra bajo la pena máxima. Ya nadie podría señalarlo delante de su madre, de sus hermanos, de su familia, de los franciscanos que creyeron en su inocencia… y en su historia de vida.
“Mató a Jimena Salas dos veces”
Su muerte lo libera completamente de cargar con el martirio de ser confinado en el fondo de una letrina como Villa Las Rosas, donde todo el sistema está podrido y cabeza abajo, donde los protocolos dejaron de funcionar hace años, o quizás jamás funcionaron porque no seamos hipócritas… ¿a quien le importan un montos de asesinos, violadores, degenerados y ladronzuelos que constituyen el ultimo escalón de una pirámide social que solo beneficia a los desvergonzados?
El día que el Chino Saavedra logró el nirvana alguien dijo “mató a Jimena Salas dos veces”. Puede que sea una verdad poética pero es un hecho. La victima de esta historia recibió 45 puñaladas y murió dentro de su hogar, donde se creía a salvo.
Murió ante los ojos de sus hijas, pensando en esos últimos sangrientos segundos que sus niñas seguirían su trágico destino. Pero afortunadamente el asesino quizás producto de heridas defensivas que le propinó la víctima y un pequeño milagro, desistió y llevó a las niñas al baño, donde las encerró, dejando un rastro de sangre en la ropa de una de ellas. La misma sangre de Javier Saavedra. Pero ¿fue Javier Saavedra quien dejó esa sangre en la ropa de la niña? ¿Eso lo convierte en el asesino? Tal vez no, porque según los investigadores hubo otro hombre ese día en esa casa. ¿Quizás el verdadero asesino? ¿El “hombre 2”? ¿El cómplice de Javier Saavedra?
Son demasiadas preguntas para un solo caso. Hay más… ¿Qué hacía Javier Saavedra sentado en el sillón del living de la casa de Jimena Salas después de que ella se cruzó a la vereda del frente para preguntarle a su vecina por la perrita de la foto que acababa de tomar con su teléfono?
Su sudor estaba allí. Era un día caluroso de fines de enero de un verano agobiante como lo fue aquel de 2017. Había bellos y goteos de sangre por toda la casa. Son 14 muestras recogidas por el CIF las que se preservaron después de que el asesino –unas horas antes– había destrozado el celular en la ruta. El que contenía la foto que llevó a los sabuesos hasta una búsqueda que recorrió los servidores de las redes sociales, que pasó por la Universidad Católica y terminó en un paraje de Santa Victoria Este.
Lamentablemente jamás se podrá reconstruir un caso escalofriante que incluso fue señalado por la Prensa local como peor aún que el doble crimen de las turistas francesas, ya que contiene ese elemento inquietante que señala el escritor Anthony Burgess en su obra A Clockwork Orange publicada en 1962, donde describe el peor de los temores. El de ser atacado en el lugar donde te crees a salvo, es decir tu propio hogar.
Dicen que dejó una carta, que también escribía una bitácora. Seguramente serán materia de estudio y análisis de los forenses y ojalá lo sean de la sociedad, la cual jamás podrá conocer los eventos acaecidos aquel medio día del 27 de enero de 2017.
Con la muerte de Javier Saavedra se extingue la acción penal en su contra, muere la verdad y muere otra vez Jimena Salas. Solo queda esperar hasta el 24 de setiembre cuando sus hermanos sean juzgados en un debate que seguramente los absolverá de culpa y cargo, ya que los dos imputados es altamente probable que jamás hayan estado por Vaqueros aquel trágico día.