EL FRACASO DE LOS CONTROLES DE ALCOHOLEMIA Y UN PROBLEMA CULTURAL SIN SOLUCIÓN

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Un incalificable sujeto de nombre Luciano N. López en estado de ebriedad, atropelló en Avenida Paraguay a diez personas y mató a tres. Por lo menos hasta la publicación de esta nota, ya que los heridos revisten una gravedad tal que podría elevarse el número de víctimas fatales. ¿Para qué el Estado insiste en gastar cuantiosos recursos en controles de alcoholemia cuando se sabe que los borrachos asesinos al volante son un problema cultural?

Pareciera ser que tras la masacre que provocó el energúmeno que conducía el Renault Fluence que mató a tres personas en la madrugada del domingo en Avenida Paraguay, la sociedad salteña retrocedió directamente al 19 de enero de 2014.

En aquella trágica jornada otro ebrio asesino al volante llamado Jorge Omar Barrientos, mató a Ana Belén Jurado, Juan Cruz Jurado y Sergio Rodrigo Tapia, quienes estaban disfrutando de un día de asado en el camping de Campo Quijano. Una semana después murió una cuarta víctima, un joven que iba en el Fiat Uno que conducía Barrientos.

Tras aquella tragedia que difícilmente se pueda olvidar, al menos para quienes perdieron a familiares a manos de estos asesinos en potencia, llegó la LEY N° 7846 DE TRANSITO – TOLERANCIA CERO PARA CONDUCTORES. Publicada en el Boletín N° 19416 el día 30 de octubre de 2014 y sancionada el día 30 de Septiembre del mismo año. Justamente a meses de la tragedia de Campo Quijano.

En tanto la condena para Barrientos –al menos ejemplificadora en teoría– dejó en la ciudadanía la sensación de que podría notarse un cambio real de conciencia. Pero apenas fue una sensación. Comenzó a notarse un fastidio contra la mencionada ley por parte de quienes pernoctan la noche salteña y la falta del consumo de bebidas alcohólicas fue en detrimento de la “merecida” recreación por parte de quienes creen que tomar bebidas espirituosas hasta perder la conciencia es parte de la idiosincrasia cultural norteña.

“¿Qué clase de salida puede ser divertida si no es pecaminosa?” se planteó más de un ebrio y sobre todo alguna que otra borracha, como la que protagonizaría uno de los episodios más trágicos en la historia vial de la provincia de Salta.

Crónicas de muertes anunciadas  

En marzo de 2019 la borracha asesina María Belén Méndez García Zavaleta, salió más ebria que una cuba y atropelló con su automóvil a Diego Castro, un joven que se encontraba trabajando un domingo por la mañana colocando un cartel en la puerta de un negocio que lo tenía trabajando en negro; por lo que ni ART tenía como para mitigar semejante tragedia. Igualmente al pobre Diego de nada le hubiera servido ya que tuvieron que amputarle ambas piernas por la violencia del impacto. Ese mismo día falleció.

A la ebria asesina con múltiples apellidos, tras llorar teatralmente todo el juicio y con la asistencia de su abogado defensor Rene Gómez, obvio que le esperaba una liviana condena por obra y gracia de las paupérrimas leyes de transito de este bendito país olvidado de Dios.

Solo tres años de prisión condicional, más 10 años de inhabilitación para conducir y 4 horas semanales de trabajo comunitario en Hope. Ya de por si es ridícula la pena pero aunque Usted no lo crea, ni siquiera fue a dar con su llanterío impostado a la Unidad Penal de Villa las Rosas para mujeres, ya que la condena fue condicional.

En cuanto a las horas de trabajo comunitario en Hope no cumplió ni una sola. Quien escribe la presente nota se tomó el trabajo de concurrir a la sede de dicha fundación por entonces y la encargada confirmó que jamás vieron aparecer a Méndez García Zavaleta por allí.

En la fatídica mañana del 4 de noviembre de 2023, también en Avenida Paraguay, las vidas de Erika Salcedo y Edgard Oviedo se vieron abruptamente marcada por la tragedia cuando Juan Sebastián Albornoz, otro borracho que se llevó por delante el carro choripanero con el que Edgard y Erika se ganaban la vida, pasaba a gran velocidad a bordo de un Volkswagen Bora por frente al boliche La Roka.

Edgard sufrió la amputación de ambas piernas como resultado del feroz impacto. Terminó con asistencia respiratoria debido a lesiones en la columna vertebral. En cuanto a Erika también resultó gravemente herida, con politraumatismos y un traumatismo craneoencefálico grave que la mantiene hasta el día de hoy en un estado calamitoso. No pueden volver a trabajar para alimentar a sus hijos.

Obviamente existen otros cientos de casos como estos acaecidos en la provincia de Salta pero harían interminable la lectura de la presente nota editorial.

Controles fútiles y una pandemia etílica al volante

Mientras tanto la Policía de Salta y la Dirección de Tránsito despliegan todos los fines de semana cuantiosos controles en puntos claves de la ciudad, los cuales registran cientos de borrachos al volante sin solución de continuidad. Pero lo que sucedió la madrugada del domingo 17 de marzo en Avenida Paraguay supera con creces todo lo que la imaginación pueda dimensionar, ya que Luciano N. López de solo 21 años y sus dos acompañantes, cometieron todos los actos que la Ley condena y la sociedad repudia.

Son diez personas atropelladas de las cuales dos murieron en el acto y la tercera permanece en el shock room del hospital San Bernardo. En tanto, otros siete jóvenes resultaron con heridas de consideración, dos de los cuales se encuentran en grave estado. Una verdadera tragedia perfectamente evitable que a la luz de los acontecimientos, donde ya hay dos detenidos que apenas superan los 20 años, no cabe ninguna duda de que el actuar de estos sujetos recae directamente sobre la responsabilidad de sus núcleos familiares.

Se trata de padres que ni siquiera están al tanto del estado de enajenación en la que sus hijos abordan vehículos que ellos mismos les permiten utilizar. Como el que protagonizó la tragedia en Avenida Paraguay y a sabiendas de que en cualquier momento la fatalidad llamaría a sus puertas, son incapaces de negarles el uso de esos automóviles, por más que el efecto de una acción civil resulte ser millonaria.

En cuanto al Estado, lo que debería hacer es actuar sobre el problema estructural que significa tener a un borrachín de 20 años manejando un automóvil, que a la hora de los hechos, es claramente un arma mortal. Por ello es que no tiene el menor sentido seguir solamente con controles de alcoholemia, cuando este tipo de tragedias parecen ser cada vez más habituales.

Al día siguiente de la tragedia naturalmente toda Salta no hablaba de otra cosa que no fuera el luctuoso hecho. Entre ellos, una iluminada con ínfulas de periodista propuso desde la televisión local por cable, enclavar controles en la puerta misma de los boliches bailables, como si esto se tratara ya de un asunto personal, donde a “los nenes y las nenas” hay que ponerles un bozal como el de “Hannibal Lecter” para que no les entre el pico de una botella de cerveza o alguna que otra porquería con la que pierden la conciencia sábado a sábado.

Esto lamentablemente se trata de un problema cultural donde el origen de la problemática encuentra sus bases en un drama estructural que se compone de varias capas y en la que una de ellas, sin dudas es la educación que viene desde el hogar y que por razones obvias ya viene mal parida generacionalmente.

Sumarle a eso la falta de voluntad política para atacar el problema desde las escuelas y colegios, cuando aún estos precoces “asesinos en potencia”, como les llamó el Dr. Abel Cornejo en alguna ocasión, aun no tienen la oportunidad de salir a matar a inocentes.