Uno de los casos criminales más emblemáticos y terroríficos de este siglo se ha convertido en una malsana manipulación de la realidad y distorsión de la verdad. Existe un punto de quiebre donde la línea de tiempo parece haberse retorcido de tal forma que los hechos se han alterado a tal punto que todo se ha volteado en una realidad alterna. El suicidio del asesino en sede de la alcaidía quebró todos los parámetros de la realidad y alejó la verdad más que nunca.
El 15 de septiembre de 2025, Javier “El Chino” Saavedra se hizo un profundo corte en el brazo izquierdo y se desangró en 15 minutos. A partir de ese momento el caso tomó un rumbo que desconcertó absolutamente a la sociedad y a la justicia de Salta, convirtiendo a un sanguinario asesino en una especie de “Jesucristo super star”, como bien lo definió el abogado querellante Pedro Arancibia.
El gran dilema es: ¿Puede una sociedad aceptar una distorsión de la verdad de esa magnitud? evidentemente sí. En los tiempos de exceso de información que provoca paradójicamente desinformación; sumado a ello una ciudadanía tan crédula de relatos fantásticos donde quedó delineado perfectamente quienes son los que actúan “de buenos” y quienes son “los malvados de turno”. Ergo, todo es parte de un relato y aunque la estructura narrativa ya este diseñada por Joseph Campbell, siempre habrá nuevos crédulos a quienes contarles las leyendas.
“La suspensión de la incredulidad” es un término clave en la teoría literaria, teatral y cinematográfica que se refiere a la disposición voluntaria del público para aceptar temporalmente elementos inverosímiles, fantásticos o imposibles dentro de una obra narrativa, a cambio de disfrutar de la experiencia. En esencia, es un “pacto no escrito” entre el creador y el receptor:
El creador se compromete a construir un mundo coherente dentro de sus propias reglas (aunque sean mágicas, futuristas o sobrenaturales) y a contar una historia lo suficientemente envolvente. El público se compromete a “dejar de lado” su escepticismo y a no cuestionar activamente la plausibilidad de la premisa, mientras la obra no viole sus propias reglas internas.
Eso es exactamente lo que parece estar ocurriendo en Salta. Una suerte de “Springfield” minimalista, tal el nombre de la ciudad ficticia en donde está ambientada la serie de televisión Los Simpson.
Pero con el agravante de que esa suspensión de la incredulidad tiene su rebote en redes sociales, las cuales lejos de ser una herramienta de comunicación útil pasó a ser una letrina depositaria de las peores miserias.

Hechos reales que no pueden contrastar con el relato
El 27 de enero de 2025, cerca de las 12:30, Javier El Chino Saavedra con un perrito caniche toy en brazos engañó a la víctima, Jimena Salas para que le permitiera ingresar a su propiedad. En 14 minutos –probablemente con otro sujeto– masacraron a la indefensa madre delante de sus 2 hijas de 3 años; para luego encerrarlas en el baño. Posteriormente husmearon por la casa en busca de algo de valor, destrozaron el celular con el que Jimena lo fotografió con el perro, y finalmente huyeron.
Unos minutos después llegó el marido, descubrió el horroroso cuadro y sacó a sus hijas del baño. Al llegar la policía, tomó muestras biológicas, encontrando 17 goteos de sangre por toda la casa, incluso en las prendas de vestir de las niñas. Esa sangre se preservó en los laboratorios del CIF.
A fines de octubre de 2022, Javier Saavedra fue localizado en Santa Victoria Este y puesto a disposición de la justicia junto a sus dos hermanos. Al tomársele muestras de ADN la coincidencia del perfil genético preservado fue exacto en un 100% de las muestras de sangre colectadas en 2017. Habían atrapado al asesino 5 años después de dilaciones, una investigación mal planteada y un juicio absolutamente innecesario, que no hizo más que hacerles ganar tiempo a los asesinos.
Estos son los hechos, son incontrastables y están largamente probados en el único lugar donde realmente tienen valor y donde corresponde exponerlos: en la Justicia y no en las redes sociales o en la Plaza 9 de Julio.
¿Quién borro los antecedentes de los Saavedra?
Un hecho llamativamente particular surgió durante el debate. Se trata de los antecedentes penales de los tres Saavedra, los cuales son kilométricos y frondosos, mostrando que estos sujetos sembraron el terror en los barrios Castañares y Parque Belgrano. Sin embargo en el juicio una y otra vez la defensa hizo alarde de la pulcritud de la conducta de los imputados y del asesino –ya fallecido–.
¿Cómo es posible que a tres ciudadanos se les hayan borrado misteriosamente los antecedentes penales? pues la respuesta está en lo endeble que se puede convertir la justicia cuando alguien tiene los contactos necesarios como para borrar el pasado de semejantes violentos que aterrorizaron al barrio donde vivieron por años, incluso con una denuncia gravísima de abuso sexual.
Durante el debate oral y público esta verdadera grosería quedó en evidencia y con cada testimonio se iba decantando el turbulento pasado de los imputados y obvio del asesino. Para cuando el juicio terminó y los dos Saavedra fueron absueltos porque no se pudo probar su presencia ese día en Vaqueros, se abrió una investigación que avanza con paso firme y ya estaría develado el misterio.
Difícil de creer
Con todo esto la población de Salta en general sigue poniendo en duda la credibilidad del sistema de justicia. Obvio que no es para menos tras los espantosos crímenes de Cassandre Bouvier y Houria Moumni en 2011, donde el juez Martin Pérez hizo todos los papelones que su ineptitud le permitió; mas el infame encarcelamiento de un inocente como Santos Clemente Vera.
En otro orden de cosas, por obra y gracia de los infames elementos de la Brigada de Investigaciones que torturaron a los imputados de esa causa, con un final abierto en el que solo Gustavo Lasi resultó condenado, es que la credibilidad se ha perdido por las funestas consecuencias que aquello arrastró hasta el día de hoy.
A ello agregarle el injusto encarcelamiento de Sergio Vargas y el reproche social que aún sufre Nicolás Cajal, el marido de la víctima, a quien llevaron al banquillo de los acusados.
Lamentablemente la credibilidad para el Poder Judicial se ha vuelto un bien bastante escaso y parece ser una deuda impagable, aunque se trabaje a destajo en busca de la verdad pagan justos por pecadores.
Eso es en todas las sociedades del mundo. Y obvio en el ”Springfield” del norte argentino.



