CON MARCELO ARANCIBIA NUNCA SE SABE

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Los hermanos Carlos Damián y Adrián Guillermo Saavedra fueron absueltos por la duda. Venían acusados como co-autores por el femicidio de Jimena Salas ocurrido el 27 de enero de 2017, en Vaqueros. El tribunal colegiado decidió que no existieron los elementos de prueba suficientes para condenarlos. La fiscalía cambió la acusación en la última instancia a participes secundarios.

Desde el minuto uno del juicio se sabía que la defensa de los imputados apuntaría a los puntos más flacos de una acusación sin mucho sentido. Para el Ministerio Público fue otro déjà vu, una especie de perverso reflejo de lo que sucedió en el primer juicio y no fue otro que el de volver a sentar en el banquillo de los acusados a dos personas que no estuvieron en la casa de la señora Jimena Salas aquel trágico 27 de enero de 2017 al medio día.

Lamentablemente para la fiscalía ocurrió una cadena de eventos desafortunados que desembocaron en la absolución por la duda de los dos imputados. De buenas a primera hubo un error técnico garrafal que fue iniciar con la co-autoria, contando solo con un caniche toy, un collar marca Patita, un Vento color marron y un Clio “como huevito”, ambos vehículos apareciendo en la vetusta cámara del mercadito Guadalupe, comprada en la Pulga.

 

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Sumarle a eso, indicios tales como que los dos Saavedra apagaron los teléfonos antes y después del crimen en una ventana de tiempo de unos cuantos días; mas unos faltazos a los turnos de Aguas del Norte por parte de uno de ellos, o si se prefiere ausencias sin justificar con la cuadrilla, entrando y saliendo en horas diferentes aquel día. Y obvio el contexto de que Javier Saavedra no está en vida para poder participar de un debate en el cual le iba a ser muy difícil explicar que hacía su sangre y sus huellas en la escena del crimen.

Importante cobertura de prensa logró el caso Jimena Salas por sus estremecedoras características

En el boxeo dicen que todos tienen un plan hasta que los noquean. La fiscalía llevó todas las de perder desde el principio, aunque por momentos diseñaron una notable estrategia que apoyaba la hipótesis de la banda criminal. Esa en la que los Saavedra podrían haber encajado en tiempo y forma, pero el error estuvo en ese punto justamente, ya que la co-autoria no entraba en esa ecuación ni a sopapos. Entonces la pregunta es: ¿Por qué no fueron con la participación secundaria desde el inicio?

El tiempo se agotaba conforme pasaban las jornadas y solo se enfatizaba en la participación del Chino y el enigmático “Hombre 2”, pero de los dos imputados no se avizoraba nada. Recién en los alegatos apareció el plan criminal de una banda que se desplazaba en varios automóviles y la perra “Bonnie”, como si se tratara de una reencarnación de la compañera de fechorías de “Clyde”, en aquello de la afamada pareja de criminales.

Nunca alcanzó con las pruebas que había para llevarlos a una perpetua y tampoco una participación secundaria, cuando los tiempos se agotaron y el debate llegó a su final, aun con una exposición encomiable de los fiscales.

La unidad fiscal y la querella minutos antes de la sentencia

Los errores no forzados de la fiscalía

En otra metáfora pugilística podría asegurarse que resulta difícil que los jurados en un combate pugilístico no van a darle ganador en las tarjetas solo por haber hecho bien las cosas en el último round; y esa fue la sensación que quedó.

Y sobre todo la de volver a llevar a juicio a otros dos imputados que no estuvieron en la escena del crimen. Porque los dos Saavedra no estuvieron. Sucedió en 2021 con Sergio Vargas y Nicolás Cajal y como una pesadilla para la institución acusatoria vuelve a suceder unos minutos antes de la publicación de la presente nota.

Por último y no menor aparece el trabajo, y sobre todo la presencia de Marcelo Arancibia, quien se conoce los 20 cuerpos del expediente mejor que el billar que está frente a su estudio; ya que también formó parte del primer juicio defendiendo a Vargas, el vendedor ambulante que fue acusado como “campana”, cuando el otro defensor Luciano Romano tuvo la suficiente inteligencia como para sumar al experimentado penalista al equipo.

Para este segundo capítulo de un caso que sigue abierto por la ausencia del Hombre 2, el otro asesino que jamás fue apresado, Arancibia atacó los puntos en los que la fiscalía y querella no podrían responder ni justificar tamaña acusación; incluso bajándolo al nivel de entendimiento a un lenguaje tan llano (para que lo comprenda el estimado publico) como que nadie puede ser acusado de un crimen por utilizar elementos que carecen de exclusividad.

“Tengo un collar marca Patita en mi casa, menos mal que no me acusaron a mí también”, ironizó. “¿Qué clase de exclusividad tienen esos anteojos, acaso son los de John Lennon?”, preguntó con sorna durante los alegatos y citó al menos a tres caniches toys color grises a los que pudo localizar en la zona con la ayuda de veterinarios. Sin mencionar los llaveros de GYT por sus comunes características.

Ergo, y a pesar de todo el trabajo que pudo hacer la unidad fiscal, a criterio de quien escribe el presente editorial, el caso murió con Javier Saavedra. Ese día todo entró en cono de sombras que será muy difícil de dilucidar y solo si al Hombre 2 no lo mató el Covid o murió en alguna otra felonía, jamás sabremos que pasó realmente el 27 de enero de 2017 en Vaqueros, en esos 14 minutos terroríficos en los que dos asesinos atacaron a puñaladas a una joven madre frente a sus hijas pequeñas.

Un crimen imperdonable del que jamás tendremos precisiones del móvil y los exactos eventos de lo que realmente le sucedió a la víctima. Nadie podrá responder a estos cuestionamientos y aparentemente los dos hermanos Saavedra tampoco.