JIMENA SALAS II: “EL JUICIO DEL SIGLO”… QUE NO FUE

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Adrián Guillermo Saavedra y Carlos Damián Saavedra llegan al debate oral y público, imputados por homicidio calificado por alevosía, ensañamiento, criminis causa por el concurso premeditado de dos o más personas, y femicidio en perjuicio de Jimena Salas. Pero el principal acusado en este proceso no llegará jamás a ser juzgado, ya que Javier Nicolás “El Chino” Saavedra se quitó la vida en la alcaldía, a 12 horas de comparecer ante el tribunal.

La razón por la que quien escribe la presente nota define al proceso que tendrá a los hermanos Saavedra frente al tribunal integrado por los jueces José Luis Riera, Mónica Faber y Maximiliano Troyano, como “el juicio del siglo”, se debe a múltiples particularidades, las cuales componen una crónica digna de una novela noir.

Cabe aclarar que la novela negra o “noir” es un subgénero del policial que se caracteriza por explorar la corrupción, la violencia y la ambigüedad moral en un ambiente realista y crítico de la sociedad. A diferencia de la novela de enigma clásica, la novela negra pone el foco en la descripción de personajes y ambientes, y en la crítica social, con un lenguaje directo y popular, y una visión más pesimista donde el bien y el mal no son figuras claras.

Dicho esto solo cabe agregar que el juicio contra los tres Saavedra, con Javier como el autor material de tamaña masacre, contra una mujer indefensa dentro de su casa y ante los ojos de sus dos hijas pequeñas, tenía todos los componentes para sumarle a un proceso al que no le faltaría nada.

Desde exposiciones minuciosamente descriptivas referidas al funcionamiento de tecnologías como el GPS y la relación que se establece con Gmail y su integración con Google Maps para compartir y gestionar la ubicación del “Chino” Saavedra aquel día y el día anterior; la dinámica de la búsqueda en las redes sociales referidas a la Ciencia Forense; detallados estudios de la escena del crimen con todo el material biológico y genético relevado de la casa en Vaqueros; la cacería humana que significó para los investigadores a lo largo de los años en que se retomó la investigación tras el primer juicio llegando al día –fatídico para el Chino– cuando lo localizaron en Santa Victoria Este y su consecuente traslado a la alcaldía, lo que devino en el homicidio en grado de tentativa a uno de los sabuesos que lo traía.

Además de todas las pruebas que la policía tenía en su poder, como la mochila de tipo militar que aparece en una de las fotos que se hizo tomar “el Chino” ese día y que luego fue encontrada en uno de los allanamientos en su casa.

Llegando al ADN que constituye la principal prueba con la que la fiscalía contaba contra el principal imputado ya que su perfil coincide con las 14 muestras encontradas en la casa producto de su sangrado mientras buscaba algo de mayor valor; mas la impronta de sangre en el buzo de una de las niñas y una marca que por su perversión denota la verdadera Semiosis del terror, la marca estampada en sangre dejada por un dedo del asesino en la mejilla de una de las hijas de la víctima. Toda esa sangre coincide en un 100% con la de quien en vida se llamara Javier Nicolás Saavedra.

Ese decálogo de evidencias y pruebas expuestas a lo largo de dos meses mediante un desfile de testigos, peritos y la declaración de expertos en sus especialidades, todos y cada uno desde sus lugares aportando a un debate que no tendría desperdicio en lo que a materia penal presupone.

El patrón de la victima

En psicología, un patrón es un conjunto de pensamientos, emociones y conductas que se repiten de forma constante en una persona, desarrollándose a lo largo del tiempo. Al parecer Javier tenía un patrón que se repitió tanto en la mujer que intentó abordar 4 días antes en la misma localidad de Vaqueros, como en la persona de Jimena Salas y ¿Cuántas más en su pretérita búsqueda de una víctima que fuera sorprendida desprevenida?

Mujeres solas en su casa, atractivas, de tez clara, cabellos rubios ligeramente anaranjados, ojos de colores avellana, altura prominente y contextura física importante, por encima de lo corriente en una población atravesada por el mestizaje propio de regiones antropológicamente vinculadas a la época de la colonización.

Este tipo de mujeres fueron las apuntadas por Javier, a quienes abordó de la misma manera, con la ayuda de un perrito caniche toy para ganarse su confianza. Mas sus dotes de caballero educado y altruista que siente empatía por un animalito de fino pedigrí que supuestamente evidencia una pertenecía a sus dueños y está perdido.

La vecina que no estaba en su casa en ese momento y que había dejado al cuidado de una amiga y la madre de esta; su propiedad para irse al sur, quizás podría haber sufrido la misma suerte que la señora Salas. Dentro del terreno de lo hipotético hubiera sido abordada por Javier y de haberse sentido seducida o haber sido engañado y en el caso de no reaccionar como Jimena Salas, tal vez hubiera terminando siendo una anécdota más en su vida. La que incluía a un “cachafaz” que un día se apareció por su casa con un perro actuando como si de un astuto timador se tratara y al cabo de unos dias notar que los ahorros habían desaparecido de algún arcón del ropero y algunas joyas faltarían de los alhajeros.

Plantearse algo así sería contrafáctico aunque es útil para trazar una hipótesis referida a la reacción de la víctima aquel día, cuando se cruzó a la vereda del frente a preguntarle a su vecina si había visto al perrito que aparecía en la pantalla de su teléfono, el cual acababa de fotografiar y que al regresar jamás se hubiera imaginado que ese extraño estaría sentado en el sillón de su living; lo que habría motivado la explosión de violencia que seguiría y que terminaría con la vida de la víctima ante los ojos de sus dos hijas.

El fiscal, el defensor y el acusado

Pero sin dudas hay tres actores en este debate que por sus capacidades intelectuales sobresalen de la media normal, pero lamentablemente uno de ellos no llegó al juicio.

El primero es el defensor de los acusados, el Dr. Marcelo Arancibia, quien posee un conocimiento enciclopédico de la causa ya que estuvo en el primer juicio defendiendo a Sergio Vargas, cuando logró su sobreseimiento. Esos 20 cuerpos de expedientes se posan sobre un sillón de su estudio cual columnas griegas. Allí está condensada toda la causa que lo desveló durante años y que apenas le permitía dormir ya que quemó sus pestañas durante horas interminables mientras su mente quemaba esas líneas una a una, hoja por hoja, folio a folio, una y otra vez. Obsesivamente sin descanso.

El experimentado letrado tiene una carrera en los tribunales de Salta y en el fuero Federal que lo ha llevado a participar de juicios emblemáticos, como el de los hermanitos Leguina como querellante, cuando resultó condenado el infame psicópata Marcelo Torrico y el de las turistas francesas, Cassandre Bouvier y Houria Moumni, en ocasión de representar a Daniel Vilte y salvarlo de sufrir la misma suerte que Santos Clemente Vera.

Solo por nombrar dos procesos éxitos de los innumerables en los que participó, donde su minuciosidad, memoria prodigiosa, habilidad y repentización han hecho tambalear a unidades de fiscales que se quedaron preguntando hasta el día de hoy por ejemplo como fue que los policías que fueron juzgados por el asesinato de Gabriel Mura Ortiz hayan salido en libertar, cuando formó equipo con el otro protagonista excluyente de esta trama, nada más ni nada menos que Pedro García Castiella, mucho antes de ser Procurador General de la provincia de Salta.

El caso Jimena Salas no sería el mismo sin la investigación que llevó adelante el actual jefe de los fiscales, a quien se le metió entre ceja y ceja que iba a encontrar al asesino que tiñó de sangre aquel caluroso verano de 2017, cuando aquel fatídico 27 de enero usó un caniche toy para engañar a una mujer indefensa, meterse a su casa con intenciones de robarle y quizás seducirla; a juicio de quien redacta esta crónica, ya que es la única explicación lógica del horror que vendría unos minutos después.

García Castiella contra todos los pronósticos se cargó el caso de Jimena Salas y encontró al responsable de la masacre, pero paradójicamente no pudo probarlo, porque el probable autor se tomó “El expreso de medianoche”, dejando un sabor amargo en todos aquellos que llevaron adelante una investigación cinematográfica para llegar a la verdad y encontrar justicia, pero Javier técnicamente murió siendo inocente.

Justamente el tercer protagonista de este histórico juicio era el mismo Javier Saavedra, el sujeto que en un lapso de 5 días deambuló por el barrio San Nicolás con la inconfesa idea de seducir a mujeres de similares características y robarles si las circunstancias así lo ameritaban.

El señalado como el autor material de semejante matanza era sin dudas un aspirante a seductor con tintes de ladronzuelo que ese día lamentablemente se encontró con alguien que reaccionó de la forma que él menos esperó. Pero no significa que su capacidad intelectual fuera algo para menospreciar, todo lo contrario. Tuvo la suficiente inteligencia como para camuflarse bajo una orden de franciscanos y hacerles creer que su única intención era formar parte de un trabajo comunitario encomiable.

Paradójicamente su labor en el norte fue de tal trascendencia que logró dejar en esos parajes un salón para que esos niños desamparados pudieran cantar y tocar instrumentos musicales. Ergo, el franciscano que gentilmente brindó un testimonio a quien redacta la presente nota, dijo que Javier el primer día de su enclaustre tras haber sido golpeado salvajemente por los elementos del CIF –el oficial Colque entre ellos, denunciado por Arancibia– lo primero que preguntó fue si los niños de la comunidad tendrían para comer ese día.

Solo una mente privilegiada puede permanecer 5 años prófugo de la Justicia, trabajando en el norte profundo y realizando una labor comunitaria que ni quiera el inútil que se desempeña como jefe de Catedra de Comunicación Comunitaria de la carrera de Comunicaciones Sociales en la Unsa, sería capaz de emular ni remotamente.

Solo Dios sabe que habrá anidado en esa mente privilegiada y a la vez perturbada, capaz de haber hecho lo que dice la fiscalía que hizo aquel 27 de enero de 2017 y salirse con la suya durante casi un lustro.

Pedro García Castiella y Marcelo Arancibia la única vez que trabajaron en un equipo defensivo, fue en 2013 cuando representaron a Claudio David Burgos, en el caso Mura Ortiz.

Dos viejos conocidos

Aunque detrás de la unidad fiscal va a estar un viejo conocido de Arancibia, con quien compartieron aquel juicio por el asesinato del mencionado Mura Ortíz en 2013, ocurrido en barrio Sarmiento y que el Tribunal de la Sala V, integrado por Milagro López, Ada Zunino y Marcelo Rubio, increíblemente absolvió en forma lisa y llana a Claudio David Burgos, César Carmelo Figueroa y Carlos Alberto Arias por el delito de homicidio calificado en abuso de su cargo o función por pertenecer a la fuerza policial.

Burgos era representado por Arancibia y García Castiella, quienes fueron tan sagaces que en sus interrogatorios le hicieron perder el norte a un testigo de la defensa de tal manera que no reconocía ni su propia firma.

García Castiella y Marcelo Arancibia celebrando tras el sobreseimiento del policía Burgos en el caso Mura Ortiz

Sin dudas estamos ante la presencia de dos de los mejores exponentes del Derecho Penal en Salta, el actual procurador de la provincia y el experimentado defensor de los Saavedra, aunque lamentablemente a este debate no llegó el acusado como autor material del crimen, tras permanecer camuflado en la selva del Chacho salteño durante años y sin dudas el gran ausente de una escabrosa historia que podría haber llenado paginas dignas de una novela de Truman Capote.

Lamentablemente para estos dos viejos conocidos de los tribunales salteños, no tendrán la oportunidad de participar en el juicio que aclararía de una vez y para siempre lo que sucedió realmente aquel fatídico verano de 2017 en el interior de la casa de Jimena Salas.