El cine no siempre es una cuestión de rankings, premios o taquillas millonarias. A veces, el séptimo arte trasciende lo analítico para convertirse en una experiencia visceral, emocional e inolvidable. Las películas que presentamos aquí no siguen un orden de importancia, sino que comparten algo más valioso: son “inoxidables”.
Estas cintas, ya sean de culto, subvaloradas en su momento o simplemente atemporales, tienen algo en común: “No se olvidan”. Puede que la crítica no las haya celebrado inicialmente, que el público no las comprendiera de inmediato o que su impacto se haya revelado con los años. Pero todas lograron lo esencial: quedarse grabadas en la memoria y el corazón de quienes las vieron.
Como dijo el gran Federico Fellini: “El cine es un lenguaje que puede decir cosas que ninguna otra arte puede decir”. Y estas películas lo demuestran.
El Gran Lebowski (1998) – Ethan Coen y Joel Coen
Un Monumento al Culto y la Anarquía Cinematográfica. Desde su estreno ha trascendido el mero cine para convertirse en un “artefacto cultural”, una religión laica cuyo evangelio se predica con White Russians en mano y alfombras manchadas de significado. Esta obra maestra del absurdo, el humor ácido y la sátira social no solo redefine lo que significa una película de culto, sino que ha parido un fenómeno global: el “Lebowski Fest”, donde legiones de “Achievers” (como se autodenominan sus fieles) celebran el mantra existencial del Dude: “The Dude abides”.
Esta especie de Anti-Héroe para la Eternidad encarnado por Jeff Bridges (The Dude), un vagabundo zen cuyos únicos dogmas son el bowling, los cócteles lácteos y la filosofía del “dejar pasar”. Este antihéroe post-hippie, inspirado en el real Jeff Dowd —un activista pacifista y productor excéntrico amigo de los Coen— , es la antítesis del sueño americano: un profeta accidental cuyas desventuras (confusión identitaria, nihilistas alemanes, una alfombra ultrajada) son una epopeya kafkiana con aroma a marihuana. Los Coen lo elevan a icono precisamente por su “inacción heroica”, un contrapunto genial al cine negro de Chandler que aquí se parodia con maestría.
Con una galería de freaks coenianos alcanza aquí su cénit: Walter Sobchak (John Goodman), un veterano de Vietnam que ve conspiraciones bélicas en una partida de bowling; Jesús Quintana (John Turturro), un pederasta obsesivo con lycra púrpura; y Maude Lebowski (Julianne Moore), una artista feminista que usa al Dude como donante de esperma. Cada uno es una sátira mordaz de arquetipos estadounidenses —desde los neocons hasta la élite artística—, tejidos con diálogos que son joyas de la dramaturgia absurda.
No basta con ver la película; hay que vivirla. El Lebowski Fest, nacido en 2002 en Louisville, Kentucky, es la peregrinación anual donde fans disfrazados de Walter o el Dude beben White Russians, juegan bowling y recitan diálogos como mantras. El evento ha reunido al elenco original (Bridges, Goodman, Turturro) y hasta inspiró versiones en Londres (The Dude Abides) y Portugal . Es la prueba definitiva de que la película es más que cine: es una comunidad, una religión sin dios pero con cócteles.
Volver al Futuro II (1989) – Robert Zemeckis
La Máquina Perfecta del Tiempo, sin dudas es una secuela tan oportuna, que es la “película de viajes en el tiempo más perfecta jamás concebida”. Robert Zemeckis y Bob Gale tejieron un guion tan creativo y divertido que aún hoy sigue sin ser superado, combinando ciencia-ficción, comedia y una trama que se enreda y desenreda con precisión de relojería.
El film no solo retoma exactamente donde terminó la primera, sino que la supera con una audacia narrativa deslumbrante: 2015 como futuro distópico-cómico, el alucinante Biff Tannen megalómano (un villano de antología) y el regreso a un 1985 alternativo que es pura pesadilla suburbana.
Lo más increíble: sus predicciones tales como videollamadas, drones, zapatillas autoajustables, pantalla plana de televisión con varios canales a la vez… y sobre todo la pregunta de Martin al Doc apenas arranca la película: “¿Nos volveremos estúpidos en el futuro?” a los cual solo le faltó la apotilla “con las redes sociales”. Todo ello demuestra que la imaginación de sus creadores iba décadas adelantada.
Con un ritmo frenético, gags visuales brillantes y un Michael J. Fox multiplicado en roles, Volver al Futuro II es la prueba de que una secuela puede ser aún más ambiciosa, inteligente y divertida que el original. Una obra maestra que, como el DeLorean, solo mejora con el tiempo.
La juventud (2015) – Paolo Sorrentino
Un poema visual sobre la vejez, el arte y los recuerdos. Sorrentino, tras el éxito de “La gran belleza”, nos sumerge en un balneario suizo donde un director de cine (Harvey Keitel) y un compositor (Michael Caine) reflexionan sobre sus vidas mientras la juventud y la muerte les susurran al oído. Con imágenes hipnóticas —como esa escena de la piscina que refleja dos realidades— y un guion lleno de melancolía, La juventud es un tributo al legado artístico y a las pasiones que nunca mueren.
Un bonus track para Argentina es la introducción de nuestro grandioso actor salteño Roly Serrano como Diego Armando Maradona, con la particularidad mágica y en forma de recurso argumental que jamás es nombrado, aunque su caracterización es tan notable que ni siquiera necesita taxativamente ser referenciado.
El director tiene la suficiente inteligencia como para que en un momento del film el actor Paul Dano como Jimmy Tree, le asegura que “todo el mundo sabe que él es zurdo”, en un dialogo oportuno entre el personaje Fred Ballinger –Caine– y un niño violinista zurdo al que “el maestro” corrige en una escena anterior al interpretar una de sus piezas musicales.
Joker (2019) – Todd Phillips
Joaquin Phoenix entregó una de las actuaciones más desgarradoras de la historia del cine en este “origin story” del villano más icónico de DC. Lejos del típico cómic de superhéroes, Joker es un drama psicológico sobre la soledad, la enfermedad mental y la marginación social. La escena del baño en el ascensor, coreografiada con una mezcla de dolor y liberación, es solo una muestra de cómo esta película convirtió al antihéroe en un símbolo de la desesperación moderna.
Es una tesis de la construcción de un asesino que va desandando una metamorfosis tan peculiar que logra la complicidad del espectador llegando al climax de los asesinatos en el metro, por cierto esa secuencia inspirada en un hecho real.
Joker es el punto más alto al que llegó Todd Phillips en la magnífica figura de un psicópata trágico que rebela una crítica social magnifica.
Sueño de fuga (1994) – Frank Darabont
Basada en un relato de Stephen King, esta obra maestra fue un fracaso en taquilla pero con el tiempo se convirtió en un fenómeno de culto. La historia de Andy Dufresne (Tim Robbins) y Red (Morgan Freeman) en la prisión de Shawshank es un canto a la esperanza y la amistad en medio de la opresión.
Como dijo un crítico: “Es el tipo de película que te hace creer en la redención”. El relato de King va en la misma línea de otro de sus grandes joyas, Misery, esa que convierte a su protagonista en un pasajero de una pesadilla que parece que jamás se detendrá y de la cual conforme se suceden los eventos, el abismo se hace cada vez más opresor.
Pero en medio del infierno hay lugar para el instinto de preservación, la supervivencia y sobre todo la presencia de esos factores adyuvantes infaltables como la amistad, el ingenio, la habilidad y un poster de Rita Hayworth. Tan presente en el relato de la novela como en la película misma.
Pulp Fiction (1994) – Quentin Tarantino
Revolucionaria, caótica y genial. Tarantino redefinió el cine independiente con esta obra que mezcla violencia, humor negro y diálogos memorables. Desde el baile de Uma Thurman y Travolta hasta el monólogo de Ezekiel 25:17 de Samuel L. Jackson, cada escena es icónica. Pulp Fiction no sigue una estructura lineal, pero su desorden narrativo es parte de su magia. Como dijo Roger Ebert: “Es como si Tarantino hubiera tomado todos los géneros y los hubiera agitado en una coctelera”.
Ver Pulp Fiction en los mágicos años 90 fue una experiencia asombrosa que pocos hemos tenido el privilegio de asistir y que justifica plenamente su magnífica forma de identificar en la pantalla a personajes que son absolutamente reales pero que jamás habían tenido la atención de Hollywood tal como Tarantino la tiene con situaciones de la realidad que jamás habían sido expuestas con esa contundencia y esa honestidad. Porque nunca imaginaríamos a un jefe de la mafia violado en un almacén de mala muerte por dos degenerados y salvado por su más acérrimo enemigo, en aquello de la humanidad por encima de toda mezquindad florece en momentos límites.
Punto límite (1991) – Kathryn Bigelow
Un thriller de surf, robos y filosofía de vida. Patrick Swayze y Keanu Reeves protagonizan esta película que, aunque inicialmente pasó desapercibida, se convirtió en un referente de la cultura surf y la rebeldía.
Bigelow rebaza las olas de lo vertiginoso con secuencias épicas como el allanamiento a la casa de los surfers, la persecución a pie y el robo al banco que sale mal; y lo mixtura con un salto sin paracaídas y la filosofía de un adicto fe la adrenalina con tan pasión que nos sitúa en medio de un síndrome de Estocolmo entre policía y ladrón tan audaz como ingenioso.
La escena final, donde Bodhi (Swayze) se enfrenta a la ola gigante, es una metáfora perfecta de vivir al límite. Como dijo un fan uruguayo: “Para los que crecimos lejos del mar, esta película fue nuestra ventana al surf y a la libertad”.
El padrino II (1974) – Francis Ford Coppola
La rara secuela que supera al original. Coppola entrelaza la ascensión de Michael Corleone (Al Pacino) con los orígenes de Vito (Robert De Niro) en un drama épico sobre el poder, la familia y la traición. La escena del beso de la muerte entre Michael y Fredo es una de las más brutales del cine. Como dijo un crítico: “Es una obra maestra que explora cómo el poder corrompe hasta a los hombres más nobles”.
Pocas veces el Cine alcanzó su punto culmine con un personaje a quien la circunstancias de la vida lo terminara por transformar de un joven ajeno a su violenta familia a un monstruo frio que termina ordenando muertes innecesarias porque sus enemigos ya se han rendido presas del pánico y el respeto. Las caracterizaciones de los hermanos entre sus debilidades y sus traiciones a mitad de la revolución cubana son un acierto como jamás se subyugó en un film de semejante magnitud. Con escenas inolvidables como la cabeza del caballo que perdura en la memoria de toda una era del cine.
El bueno, el malo y el feo (1966) – Sergio Leone
El western definitivo. Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach protagonizan este viaje por la Guerra Civil estadounidense en busca de un tesoro enterrado. La banda sonora de Ennio Morricone y el duelo final en el cementerio son legendarios. Como dijo Leone: “No me interesan los héroes, me interesan los hombres”, y esta película lo demuestra.
El debate perdura hasta el dia de hoy si esta obra maestra es un western –el mejor de todos los tiempos– o una épica de la guerra de secesión, filmada de forma prodigiosa y que demuestra que en los 60 se podrían hacer producciones infinitamente superiores a las actuales.
The Insider (1999) – Michael Mann
Un thriller corporativo basado en hechos reales, donde un científico (Russell Crowe) y un periodista (Al Pacino) se enfrentan a las tabacaleras. Aunque pasó desapercibida frente a “Gladiador”, su tensión narrativa y actuaciones la convierten en una joya. La escena del interrogatorio en el hotel es puro cine de alto voltaje.
Para muchos la biblia del periodista y para los expertos un taller de producción televisiva, mostrando como se sufre con sangre, sudor y lágrimas lo que una entrevista reveladora puede valer para la opinión pública; y como se la defiende cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
El tip de cedérsela al periódico más influyente para que tome estado público es una de las estrategias más usadas en el mundo del periodismo cuando aparece ese enemigo de la libre expresión tan temido como la censura.
From Dusk Till Dawn (1996) – Robert Rodriguez
“Más vale que esta película se convierta en un film de culto o arruinará la carrera de todos nosotros”, dijo uno de los que participaron de esta maravilla de los 90, que ya había sido escrita, incluso antes que Pulp Fiction por el gran Quentin Tarantino y que fue sufriendo cambios a lo largo de los años hasta que se estrenó en cine.
Un giro de 180 grados: empieza como un road movie criminal y termina en un splatter de vampiros. George Clooney y Quentin Tarantino huyen a México, pero el verdadero show comienza cuando Salma Hayek baila con una serpiente y el bar se convierte en una carnicería. Como dijo Ebert: “O amarás la primera mitad o la segunda, pero no te dejará indiferente”.
Interestelar (2014) – Christopher Nolan
Un viaje cósmico sobre el amor, el tiempo y la supervivencia. Matthew McConaughey lidera una misión para salvar a la humanidad, pero el verdadero corazón de la película es su relación con su hija. La ciencia se mezcla con la emoción en secuencias como el aterrizaje en el planeta de las olas gigantes. Hans Zimmer elevó la banda sonora a niveles místicos. Como dijo Nolan: “El amor no es algo que entendemos, pero es algo que trasciende dimensiones”.
Nunca el cine había mostrado de forma tan esclarecedora y dramática cómo funciona la teoría de la relatividad general planteada por Einstein y lo insinuantes que podemos ser como seres humanos ante la inmensidad del universo, el cual guarda la fuerza más enigmática que existe para chocar con nuestra voracidad de conocimientos como lo es la gravedad. La secuencia en la que el personaje de McConaughey ve en minutos como le pasó de largo la vida de su hija de 10 años que ya es una mujer adulta ante sus ojos, es un recordatorio de que necesitaremos nueva ciencia para comprender que hacemos en esta inmensidad llamada universo.
Psicosis (1960) – Alfred Hitchcock.
Revolucionó el cine de terror con su escena icónica de la ducha y su exploración de la dualidad humana. Hitchcock desafió censuras y normas narrativas, creando un thriller psicológico que sigue estudiándose por su uso innovador de la cámara y el sonido.
Como una advertencia su twist final redefine lo que el público esperaba del género. Y como olvidar la imagen de esa casa que se cierne con un cielo oscuro. Cabe recordar que los efectos especiales no estaban ni por asomo y ni de cerca se contaba con el CGI, aun así el gran maestro Hitchcock logra dar una potencia visual y amenazante a lo que debe ser la casa más aterradora de la historia del cine.
Una perlita que pocos conocen: la sangre en la bañera se le ocurre una noche de insomnio cuando va a la heladera a buscar un vaso de leche y se encuentra con un pote de mermelada de frambuesa, la cual mesclada con el agua que cae de la ducha logra el aspecto viscoso da la sangre, lo cual al ser filmado en blanco y negro destaca de una forma aséptica y espectacularmente aterrador.
La Naranja Mecánica (1971) – Stanley Kubrick.
Una distopía brutal que critica la violencia institucional y la manipulación social. Kubrick fusiona música clásica (Beethoven) con escenas ultraviolentas, creando un contraste perturbador. La película fue censurada en varios países por su contenido, pero hoy es un referente cultural y del punk rock.
Como advertencia está el hecho de que su estética satírica puede ser malinterpretada; requiere reflexión post-visualización. Eso sí, la lectura de la novela de Anthony Burgess en la que se basa es casi una asignatura obligatoria, ya que es tan fiel la adaptación que su inseparabilidad es manifiesta y su lectura convierte la experiencia en más perturbadora aun de lo que el film muestra.
Robocop (1987) – Paul Verhoeven
La crítica social por excelencia que reúne tantas capas argumentales que se parece a una muñeca rusa y que asombra que a mediados de la década más rica culturalmente, hayan filmado de forma tan artesanal una obra de arte de excepcionales prestaciones.
Es tan atrevida y a la vez tan amena que todo encaja con perfección metódica, donde la violencia hace su acto presencia con un prefacio que cuesta aceptarlo como espectador, cuando el personaje principal es asesinado impiadosamente por una banda de desquiciados liderados por un psicópata interpretado por el magnífico Kurtwood Smith.
Pero la resurrección “Crística” lo convierte en un American Jesús, donde la oportuna alegoría configura con el cómic creado por Mark Millar y Peter Gross, entonces la película se convierte en una experiencia catártica con subidas secuenciales que estallan en dosis de éxtasis absoluto.
El héroe trágico en toda su expresión, llega cual justiciero con su armadura brillante a poner orden en esa megalópolis atiborrada de corrupción que incluso se atreve a agregar en el coctel un elemento que conoceríamos unos años después en la Argentina menemista y que fueron las privatizaciones. Por favor que alguien avise que esta película es un faro para las nuevas generaciones que no dejara de brillar jamás.
El cine que perdura…
Estas películas no necesitaron premios o reconocimiento inmediato para volverse eternas. Su magia está en que, años después, siguen generando discusiones, emociones y nuevas interpretaciones. Como dijo el crítico André Bazin: “El cine es un espejo que refleja la vida, pero también un martillo que la golpea para moldearla”.