Franco Colapinto tuvo su esperado regreso a la Fórmula 1 en Imola. Cumplió con todo lo que se le pidió: terminó la carrera, obedeció la orden de dejar pasar a su compañero y no rompió el auto a pesar del choque de la Q2. Próximo round en Mónaco. Foto AP
El GP de Emilia-Romaña parecía haber empezado el sábado como una pesadilla para Franco, después de chocar su auto durante la clasificación pero tuvo suerte. El Alpine impactó de frente contra la contención y eso significó que los daños fueron mínimos, ya que si el golpe es de atrás hay elementos más costosos para reparar, por ejemplo la unidad de potencia está en la parte trasera del coche, tanto como el sistema DRS y obvio el motor. Nada de eso se rompió y los mecánicos trabajaron toda la noche para reparar el auto de Colapinto.
Valió la pena ya que se encontró con un desafío doble: probar su calidad y recuperarse del golpazo del sábado, cuando chocó en la clasificación y el mundo volteó a mirarlo con lupa. Después de una tarde prolija, puede decirse que fue misión cumplida.
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Terminó 16°, mismo puesto desde el que largó, y podría haberse llevado algo más si la fortuna hubiera estado de su lado. Nada que reprocharse, claro está, porque el objetivo primario no era terminar en el top 10 sino, como le pidió Flavio Briatore, ser veloz y no chocar.

También le dijo que se espera que sume pero tendrá tiempo para hacerlo cuando él y el A525 se vuelvan uno. Si tiene una buena qualy, por qué no soñar con que pase en el GP de Mónaco, dentro de una semana.
Se sabe que en Mónaco puede pasar cualquier cosa, o puede ser que sea la carrera más aburrida del año o bien puede quedar en la historia si es que llueve, como ya le pasó a otros como Olivier Panis, cuando ganó con Ligier en 1996 en la carrera más loca de la historia; o el sensacional Ayrton Senna en 1984, cuando terminó segundo con un humilde Toleman después de dar catedra de manejo bajo un diluvio.