Está acusado de violencia de género por pegarle a su esposa estando embarazada; encerró a toda la Argentina durante la pandemia pero participaba de fiestas con pseudo-periodistas “K” que cobraban fortunas en pautas publicitarias; incrementó la pobreza y la inflación a niveles escandalosos pero hizo algo que nadie pudo hacer jamás: Acabar con 50 años de peronismo
Ni la revolución libertadora, ni los sicarios más profesionales de Sudamérica, ni la oligarquía más rancia. Ninguno pudo lograr lo que sí logró Alberto Fernández.
El descredito que sufre el Justicialismo o Peronismo en Argentina parece no tener vuelta atrás. Según el Indio Godoy –palabra autorizada para opinar de la realidad que vive por estas horas el peronismo– dijo que “el movimiento político enfrenta una crisis sin precedentes, que podría tomar entre cuatro y ocho años para superarse”.
Al parecer y por más respetable que sea la palabra de Godoy, se quedó corto en su estimación. Más allá de una consideración subjetiva, lo de Alberto Fernández llega en un momento justo para que el oficialismo mileista se tome un respiro desde su llegada al poder.
Al día de hoy, remontar 20 años de populismo “K” y sin la más mínima sensibilidad social por parte del ejecutivo libertario, es un escenario minado que estalla ante cualquier cimbronazo económico que se pueda producir en el contexto financiero; con un dólar que ya nadie sabe a cuanto cotiza y una recesión espantosa.
Sin embargo lo que parecía una situación de alcoba que tomó ribetes de violencia domestica con golpes de puños y patadas, terminó convirtiéndose en el tiro de gracia que dejó herido de muerte al partido político más importante de la historia argentina. Ese fenómeno social que arrancó a mediados de la década de 1940 y llegó a ser parte de la vida de los argentinos por medio siglo, tiene su final anunciado por obra y gracia de un violento y drogadicto que aterrizó en el poder de casualidad.
El Calafate, tenemos un problema
El plan era perfecto: culpar a Mauricio Macri de cuanto se hizo mal en los últimos 20 años y esperar que Alberto lleve el barco hasta puerto seguro en lo que se consideró siempre como un gobierno de transición. Pero algo salió mal.
Lo paradójico del caso es que un inútil, impresentable y sobre todo un total advenedizo, haya logrado darle al peronismo un golpe tan duro que será casi imposible de remontar. Aun con un escenario donde ni siquiera un fracaso estrepitoso de Javier Milei haría que el peronismo/justicialismo/kirchenrimo, pueda recuperar aquel incomprensible 50% que obtuvo Cristina hace ya unos años.
A propósito de números, cabe recordarle al estimado público que Alberto apenas llegado al poder tuvo alrededor de 90% de imagen positiva cuando dio el primer IFE a los trabajadores con más dificultades económicas en plena pandemia.
Era inimaginable que mientras eso sucedía, puertas adentro se vivían situaciones horrorosas por parte de una mujer que en apariencia se la veía saludable en sus videos de Instagram y cursaba su embarazo con felicidad. Pero evidentemente la realidad era muy diferente.
Lo más impactante es que la Historia ya lo puso a Fernández en el lugar del “peor de todos”. Aán más impresentable que Fernando de la Rúa pero lo más paradójico aun es que en honor a la verdad él solo representa “la espuma del orín”.
Aun que peyorativo, de esa forma es como refiere un respetado docente de la Universidad Nacional de Salta a este periodo, ya que el deterioro viene desde el primer gobierno de Néstor Kirchner y los dos sucesivos de Cristina, lo que catalizaron la actual crisis.
Allí fue que se cocinó lo que finalmente terminó convirtiendo a la Argentina en una “villa miseria”. Con adyuvantes como Mauricio Macri, Axel Kicillof, Sergio Massa, Amado Boudou o Guillermo Moreno, entre otros nefastos personajes de esta tragicomedia que ya es parte de la historia reciente de nuestro país. Aun con todo eso, Alberto es el “Lee Harvey Oswald” de la trama, aunque está muy lejos de ser un chivo expiatorio, aparece como quien apretó el gatillo para matar al peronismo.
Nada más ni nada menos que al partido político más importante de la historia argentina. Ese que ha resistido a todo y a todos. Prescripción, persecuciones y fusilamientos, nada fue más efectivo que los sablazos de Alberto para terminar con la vida de un partido político que trascendió al ámbito local y puso a escritores a plasmar obras por todo el mundo, acerca del fenómeno que acaparó el voto popular en la Argentina.
Ni siquiera Tomás Eloy Martínez podría haberse imaginado un final como este, donde un reventado apareció un día por el despacho de Rivadavia a gozar de un poder conferido por el voto obediente a los populismos más recalcitrantes de Sudamérica, lo que lo pusieron en un lugar impensado de la historia.
Si habría que pensar en el precio que tuvimos que pagar es considerablemente muy alto. Casi un 70% de los argentinos son pobres; sin mencionar la indigencia, recesión, inflación y “paro social” por parte de los jóvenes a quienes Cristina Kirchner les pudrió la mente, mintiéndoles descaradamente; en un país atado al subsidio, lo que finalmente tendremos que pagar en su totalidad (en un año) todo lo que no se pagó en dos décadas.
Así es como un títere apretó el gatillo y de un sablazo destruyó toda la estrategia que habían pergeñado por dos decadas estos personajes de la politica argenta, aun con exito desde los más básicos de lugares comunes como el “roban pero hacen”; hasta eslogan tan irónicos como “los días más felices fueron peronistas”; pasando por chistes de mal gusto como “soy negro, de Boca y peronista… soy perfecto”.