Todas las miradas están puestas en la militante feminista Ayelén Mazzina, quien ignoró los pedidos de ayuda de Fabiola Yáñez mientras era golpeada y violentada psicológicamente por Alberto Fernández, compañero del binomio presidencial con Cristina Kirchner, quien también forma parte del perverso silencio y complicidad a sabiendas de las golpizas puertas adentro en Olivos.
En caso de que el famoso comediante Bill Burr viviera en la Argentina ya le hubiera dedicado un doloroso comentario a las feministas “K” en alguno de sus magníficos monólogos. Lamentablemente no vive en la Argentina y si viviera obvio que se hubiera subido al primer avión que hubiera encontrado durante las dos espantosas décadas donde reinó Cristina Kirchner, y literalmente les pudrió la mente a muchas fanáticas radicalizadas del talante de la tal Ayelén Mazzina.
“Primero me pidieron que no haga la denuncia. Desde el Ministerio de la Mujer salieron ahora a defenderse cuando no me defendieron a mí, mientras me defenestraban. Decían barbaridades de mí. Mostré y pedí ayuda. La persona que tenía la responsabilidad las vio (las imágenes) y ahora me envió un mensaje diciendo: Vos nunca me pediste ayuda. Dijiste que ibas a venir al ministerio. Si yo iba, salía en los diarios”, reveló Fabiola Yañez de Mazzina.
Obvio que fiel al estilo de hacerse la desentendida y siempre quedarse con la última palabra, tal como aprendió de su jefa espiritual Cristina; Mazzina, en una entrevista con la agencia NA, negó los contactos.
“No me pidió ayuda. Jamás dije lo que circula: ‘quedate tranquila que ya va a pasar’. ¿Podría ser tan hipócrita y ocupar un cargo de esas características? Esa no sería yo. Jamás le di la espalda a nadie. Atendí casos, escuché, asistí y estuve. Si eso hubiera sucedido, le creería a ella como lo expresé antes de que hiciera la denuncia, y hubiera renunciado a mi cargo, ya que nunca habría sido cómplice de un gobierno con estas características”.
“Terrorismo psicológico”
En la entrevista, Fabiola explicó porque acusó a Alberto de “terrorismo psicológico” cuando hablo con la justicia: “Esta persona estuvo durante dos meses, y están todos los chats y hay muchas personas que lo saben, amenazándome día por medio con que si yo hacía esto, hacía lo otro, se iba a suicidar. Eso no se hace”.
“He cuidado a este hombre… lo he cuidado de tantas cosas que él ha hecho… de tantas cosas, que esos videos que aparecieron el otro día son poca cosa al lado de las cosas que él ha hecho”, agregó la ex primera dama en referencia al video en el que se escucha a Alberto Fernández coqueteando con Tamara Pettinato, en el despacho presidencial.
Habría que preguntarse en que estuvo pensando Cristina Kirchner cuando trajo a este energúmeno de debajo de una roca y lo puso en el lugar donde, al parecer, cualquiera es presidente de la nación.
Como si todo ese combo de violencia no fuera poco, hay que agregarle el grupito de amantes kirchneristas, fieles a la nefasta casta “progre” que reinó durante 20 años en la Argentina y que animaron las fiestas sexuales de Alberto puertas adentro del despacho presidencial, con el dinero de millones de argentinos que morían por el Covid 19 y no podían ni siquiera despedir a sus familiares.
Mientras Alberto gozaba de las mieles de la presidencia, votado por cuanto idiota se comió el verso progre que comenzó con Néstor Kirchner y terminó con este adefesio que ahora salió a decirle al diario español EL PAIS, que Fabiola era quien lo golpeaba a él… y si así fuera, un poco de caballerosidad no hubiera estado de demás.
¿Qué caballerosidad se le puede pedir a un golpeador, mentiroso psiquiátrico, perverso y pervertido? Quien un día se encontró en un lugar que la historia le tenía reservado para la grandeza, producto de que otros impresentables como Mauricio Macri y Cristina Kirchner no supieron que hacer con el poder que ostentaban y que la única tarea sagrada que se les asignó fue salvar a la patria.
Tras el sórdido episodio de la denuncia de la ex primera dama sobre la persona de Alberto Fernández; y el resultado de semejante experimento sobre la política argentina –la de poner a un psicópata en el poder– afortunadamente no todo es malo ya que la lección tiene que ser tan dura que algo deberemos aprender.
No hace falta tener un Ministerio de la Mujer manejado por hipócritas para defender a una víctima de un engendro como Alberto, hace falta sentido común. Afortunadamente esta muestra de impericia total por parte de inútiles como Ayelén Mazzina, el final del feminismo radicalizado en la Argentina está cada vez más cerca.