EL DÍA QUE STEVE JOBS Y STEVE WOZNIAK LLAMARON AL PAPA CON UNA CAJA AZUL

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Antes de que existieran los smartphones e internet de alta velocidad, un grupo de jóvenes curiosos conocidos como “phone phreaks” (piratas telefónicos) descubrieron cómo manipular las líneas telefónicas para hacer llamadas gratuitas. Entre ellos destacaba John Draper, apodado como “el Capitán Crunch”, quien descubrió que un silbato de regalo incluido en las cajas de cereales Cap’n Crunch emitía un tono de 2600 Hz, el mismo que usaban las operadoras para controlar las llamadas.

Los piratas telefónicos y el origen de la caja azul es un hecho que debería estar en los libros de historia, ya que es la piedra fundacional de lo que luego serían las compañías de Silicon Valley, fundadas por nerds, verdaderos rebeldes tecnológicos.

Estos “phreakers” habían logrado hacerse con la manipulación de los teléfonos mediante un tono conseguido el silbato del Capitan Crunch. Con ese tono, Draper y otros podían engañar a las centrales telefónicas y marcar números sin pagar. Pronto, la técnica evolucionó con dispositivos más sofisticados, como las “blue boxes” (cajas azules), que generaban tonos precisos para redirigir llamadas. Entre los entusiastas de este arte se encontraban dos jóvenes que luego cambiarían el mundo: Steve Jobs y Steve Wozniak, futuros fundadores de Apple.

 

 

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La broma épica al Vaticano

En los años 70, Jobs y Wozniak vendían cajas azules en la universidad. Una noche, junto al Capitán Crunch, decidieron probar los límites de su invento. ¿Su objetivo? Nada menos que el Papa Pablo VI, quien en ese momento era el líder de la Iglesia Católica.

Wozniak, con su talento para las imitaciones, se hizo pasar por Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado de EE.UU., y llamó al Vaticano. En un inglés con acento alemán exagerado, anunció que el gobierno estadounidense necesitaba hablar urgentemente con el Papa. Los asistentes del Vaticano, impresionados, conectaron la llamada.

Sin embargo, cuando alguien del otro lado respondió, los nervios jugaron una mala pasada: Wozniak soltó una risa y colgó. La broma no llegó al Pontífice, pero quedó como una de las anécdotas más divertidas de la historia de la tecnología.

El legado de una travesura

Años después, Jobs recordaría esa época como un momento clave en su vida: “Si no hubiera existido la caja azul, no habría existido Apple”. La habilidad para hackear sistemas y encontrar soluciones creativas fue el germen de su éxito.

Hoy, las cajas azules son piezas de museo, pero su espíritu rebelde sigue vivo en cada innovador que desafía los límites. Y aunque la llamada al Papa quedó en una anécdota, demostró que, a veces, la tecnología no solo sirve para cambiar el mundo, sino también para divertirse en el intento.