“ESTAMOS MAL ACOSTUMBRADOS A QUE TODA LA CIENCIA FICCIÓN VENGA DE OTROS PAÍSES”

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Lo dijo Ricardo Darin en una entrevista a CLARIN, en la cuenta regresiva del esperado estreno de El Eternauta, la serie de Netflix que protagoniza y que está dirigida por Bruno Stagnaro, producida por K & S. Ademas habló del rol de la Inteligencia artificial y las técnicas visuales para recrear la Buenos Aires tapada de la mortal nieve de 1957 y comparó la situación de aislamiento que viven los personajes de la emblemática serie de Oesterheld con la pandemia del Covid. Foto: Sebastian Arpesella

Ricardo Darín, posa con la máscara que utiliza el protagonista de “El Eternauta”, Juan Salvo, para una entrevista con el diario CLARIN. Se trata nada más ni nada menos de la obra de Héctor Germán Oesterheld, un ícono que atravesó las décadas a partir de la publicación de la historieta en 1957. Más aun la obra tomó dimensión épica y una marcada ideología cuando las juntas militares lo asesinaron el 27 de abril de 1977, tras haber pasado a la clandestinidad y fuera secuestrado por las fuerzas armadas en La Plata.

“Estamos mal acostumbrados a que toda la ciencia ficción venga de otros países, sobre todo de Estados Unidos. Yo nunca hice ciencia ficción, nunca en mi vida, y me pareció un desafío grande. Y a mí los desafíos me gustan”, le dijo Darin al mencionado medio porteño.

Cabe recordar que hace quince años el director español Alex de la Iglesia le propuso protagonizar una versión cinematográfica de esta obra cumbre, pero que al final el producto no prosperó pero encendió en Darin el germen para quedar enganchado en un probable proyecto que finalemente hizo realidad la productora K & S para Netflix.

La historieta, cuya primera edición empezó a publicarse de manera periódica en la revista Hora Cero Semanal en 1957, justo el mismo año del nacimiento de Darín, narra un ataque extraterrestre sobre Buenos Aires que se inicia con una misteriosa nevada que mata a los seres humanos apenas entran en contacto con ella.

El protagonista, Juan Salvo, un hombre común y corriente que se ha reunido a jugar al truco con sus amigos, se convertirá en uno de los líderes accidentales de la resistencia y en el testigo que relatará lo sucederá.

CLARIN -¿Qué cosas pusiste en la balanza al momento de aceptar esta propuesta?

DARIN -Varias, en realidad. La primera es el contenido, lo icónico de la historia, lo argentino de la historia. Nosotros estamos mal acostumbrados a que toda la ciencia ficción venga de otros países, sobre todo de Estados Unidos. Yo nunca hice ciencia ficción, nunca en mi vida, y me pareció un desafío grande. Y a mí los desafíos me gustan. Cuando empezás a juntar los distintos componentes de la propuesta, Bruno Stagnaro al frente, la productora K & S, Netflix, decís: “Están dadas las condiciones como para que me tire a la pileta porque va a haber agua”. Además, tuve la suerte de que Bruno me invitara a formar parte de una especie de revisión del guion, sobre todo de los diálogos y de distintas escenas para mantener la tensión, y me embalé cada vez más.

-¿En qué consistió ese trabajo?

-En algunos proyectos, una cosa es la letra escrita y otra cuando entra en juego la voz de los actores y empezás a percibir redundancias, frases que son innecesarias porque una mirada lo resuelve todo. Bruno fue muy generoso conmigo en ese sentido y en muchos otros. Pero en este, específicamente, porque me abrió la puerta: “Vení, decíme qué te parece y trabajémoslo juntos”. Y eso hicimos en los primeros cuatro capítulos. Después nos ganó el rodaje y ya no estábamos en condiciones de sentarnos en casa a rediscutir el diálogo y a afinarlo. Seguimos, pero más a los ponchazos, reuniéndonos en un rincón mientras estaban armando todo un lío en el estudio o en la calle.

-Acostumbrado a los géneros realistas, imagino que te debió de haber sido muy novedoso trabajar con recursos tecnológicos que son propios de las producciones de ciencia ficción. Vos interactuando con una pantalla, por ejemplo…

-Me acuerdo de algo que vi hace muchos años cuando lanzaron Roger Rabbit. Circulaban unos videos de Bob Hoskins en los que se lo veía luchar solo frente a una pantalla. Y en ese momento sentí mucha ternura por él. “Pobrecito, lo que le toca”, pensaba yo. Bueno, uno nunca debe decir: “Esto a mí no me va a pasar”. Porque me pasó. Teníamos que recrear una Buenos Aires apocalíptica tapada de nieve, con gente tirada en las calles. Cuando lo leés, te preguntás: “¿Y esto cómo lo vamos a hacer?” Y, después, cuando ves el trabajo extraordinario que se hace en pre y postproducción, las pantallas y la tecnología que se usan, te das cuenta de que hoy podés hacer casi lo que se te ocurra. Entonces, hay un sentimiento medio ambivalente…

-¿En qué sentido?

-Sentís que, llegado el caso, el actor o la actriz puede ser prescindible. Y es un poco preocupante. La idea de que un día esto lo van a poder hacer también sin nosotros.

-¿Te parece?

-Bueno, vos viste el lío que se armó en los Estados Unidos con la Inteligencia Artificial. En los contratos empezaron a aparecer cláusulas para que el actor autorizara la recreación de su imagen. Y saltaron todos. Dijeron: “Bueno, pará, pará, pará. Me deberías pagar para hacer eso”. En fin…

-La serie va a tener un eco que la historieta no tuvo: la pandemia.

-Sí, en un momento pensé en eso. Lo hablamos, incluso.

-El paralelismo de quedar aislado.

-Exactamente. Los argentinos, además, somos casi ejemplares en ese sentido, porque nosotros vivimos una de las cuarentenas más largas que hubo en el mundo por razones que algún día saldrán a la luz. Hubo que adaptarse, distribuir roles dentro de la familia. Mi hijo el Chino y Úrsula (Corberó, su novia) habían llegado a Buenos Aires el día 9 de marzo (de 2020). Poco después se declaró el aislamiento obligatorio y quedaron cuatro meses y medio encerrados en una casa, ella con sus suegros, él con sus padres, en forma absolutamente imprevista. El Chino y Úrsula dijeron: “Por suerte nos tocó acá y no en otro lugar”. A mi hija Clara la agarró afuera.

-Hablabas de un reparto de roles.

-Sí. Superado el shock inicial, empieza a darse casi inconscientemente. Yo creo que está directamente relacionado con el instinto de conservación de la especie. En mi caso, surgió de una forma natural, diría, entre comillas, pero que ayudó mucho a superar el momento. Me acuerdo que pensábamos qué estaría pasando con la pobre gente que había quedado sola, aislada, los ancianos encerrados sin poder recibir atención, asistencia, ayuda.

Nosotros estábamos en una casa amplia, cómoda, en donde no necesariamente nos chocábamos, con un reparto de roles bastante loco, si se quiere, porque el Chino se transformó en el que salía afuera a ver qué conseguía. Hoy me acuerdo y me río, pero cuando volvía, le abríamos la puerta del garage para que entrara. Él gritaba: “¡Ey, me acerco!” Entonces, se desnudaba, toda su ropa iba a parar a una bolsa y se metía por un pasillo directamente a bañarse. Y todo porque había salido a conseguir tres lechugas y dos cebollas. ¿Te acordás de la época en que se decía que había que lavar todo, que el problema estaba en las superficies? ¡Dale! ¡Cómo guitarrearon!

-¿Eso se reflotó en el set?

-Sí. Cuando empezamos a trabajar el aislamiento, a todos nos vino eso a la cabeza porque es una referencia clavada. En ambos casos, hay un ataque externo. En la pandemia era el virus. Pero los personajes de la serie no entienden qué está pasando; nieva en pleno verano… Transitamos por esa zona: todo lo que uno tiene en el disco rígido surge a la hora de la actuación.

-El Eternauta habla del héroe colectivo, al revés de lo que suele proponer muchas veces el cine norteamericano, que es el héroe individual. ¿Cómo se lee esa idea de la solución colectiva en estos tiempos donde se reivindica el individualismo?

-Nosotros, la gente más grande, los que tenemos un camino andado más largo, estamos un poco alejados de los slogans, yo creo que porque muchos slogans nos han traicionado, pero hay que ver qué pasa con los chicos, con la gente joven. El Eternauta habla, más que del héroe colectivo, del conjunto, del equipo, ¿no? Pero, también es cierto que hay alguien que tiene que dar el puntapié inicial, que es lo que ocurre con Salvo.

Este personaje, por razones que después vamos a conocer y entender, es el que está más preparado para salir a lo desconocido. Al menos en ese grupo que queda encerrado en forma imprevista. Hay algo de arrojo, hay algo de coraje, más allá de que existe un súper objetivo que hace que los personajes sean empujados hacia una u otra dirección.

La tensión que estalla enseguida entre los personajes es “me la juego solo o nos salvamos entre todos”, lo que trae la resonancia de la época en que vivimos.

-Yo creo que hay distintos comportamientos frente a este tipo de situaciones. Qué sé yo… Ante un accidente automovilístico en la calle, hay quien lo graba, hay quien sale corriendo y hay quien se tira de cabeza a tratar de ayudar.

-Bahía Blanca inundada: había gente que donaba hasta lo que no tenía e inundados que no podían irse de una casa con cuatro metros de agua por el riesgo de que le entraran a robar.

-Eso pasa en todos lados, esta mezcla tan extraña que tenemos, que tiene nuestra especie. De golpe están los oportunistas y los que deciden cagarse en el desastre colectivo. O peor: los que tratan de aprovecharse de eso como si fuera una salvación. Es difícil analizar el comportamiento de nuestra especie. Somos bastante estúpidos, bastante estúpidos… Hay pocas especies que atenten contra sí mismas, que descuiden su hábitat como lo hacemos nosotros.

 

Por ejemplo, un tipo tira basura en la calle y si vos se lo señalás, estás al borde de un conflicto grave. Ni siquiera existe la reflexión de decir: “Uy, sí, perdón, me equivoqué”, y desandar los pasos, ¿no? Hay una cosa, como decías vos, exageradamente individualista, pero tonta. Porque si creemos que nos salvamos cuidando nuestra quinta, es probable que en algunos aspectos funcione, pero dentro de un contexto exageradamente hostil, no sé… Ojalá haya un abrazo al planteo de que solo no se salva a nadie.

-El Eternauta empieza con un colapso del Estado. Es por una invasión extraterrestre, pero la gente al principio no lo sabe. El conflicto inicial me hace acordar al de una serie francesa, que se llama precisamente El colapso.

-Maravilloso. La cito siempre como ejemplo de cómo se hacen las cosas con cabeza. Si vos mirás las dos series, hay como una armonía, una música.

-Para algunos, el Estado es todo lo que está mal. Pero cuando ves la serie, lo primero que te viene a la cabeza es “okey, pero prefiero que las cosas funcionen”.

-En la serie hay una desaparición no sólo del Estado sino de funcionarios. O sea, estamos huérfanos, abandonados. Eso es lo que lleva las situaciones al extremo, porque nadie sabe qué está pasando y no hay comunicación. El colapso se produce en un amplio sentido: no hay electricidad, no hay gas, no hay agua, no hay nada. La ignorancia sobre lo que está ocurriendo coloca a cada uno de los personajes en un abismo. La desaparición de los organismos estatales obliga necesariamente a rediseñar una organización interna.

-Hay un momento de la serie en el que una reunión de consorcio por el arreglo de un ascensor deviene, cuando todo estalla, en una cacería humana.

-Es lo que pasa cuando la ignorancia es lo que reina. Pero lo primero que se les ocurre es el acopio. El acopio, el asalto y lo que mencionabas vos de Bahía Blanca: los que ayudan y los que quieren entrar a afanar lo poco que le quedó a esa pobre gente que fue arrasada por el agua. Tenemos todo metido dentro de nuestra especie. Tenemos gente maravillosa, divina, amable y solidaria, y tenemos una caterva de hijos de puta que están dispuestos a hacer cualquier cosa para quedarse con todo olvidándose de los demás y sin saber muy bien para qué. ¿Qué suponés que va a ocurrir con vos con semejante acopio y esa falta de sensibilidad respecto a los demás? El Eternauta va a poner todo eso sobre la mesa.

La resistencia civil

-Se considera que El Eternauta era una metáfora sobre la resistencia civil a las dictaduras. ¿Qué puede representar la serie hoy?

-Entiendo claramente que se haya interpretado la historieta de esa manera, sobre todo en el contexto en que se escribió y publicó, pero la serie, a partir del trabajo de Bruno y el equipo de guionistas, trata deliberadamente de no poner los pies en esa pileta. Porque estamos buscando amigos y no enemigos. Eso lo tuvimos en claro todo el tiempo. Y además, si te fijás un poco, está alejada de todo tipo de partidismo, lo que no significa que no tenga una mirada política. Todo es político de alguna forma.

Lo que ocurre con los distintos sobrevivientes también es político. Cuando vos imaginás una fuerza superior a la tuya, organizada, desconocida, estás muy cerca de imaginar el contexto de la gente que ha sufrido dictaduras. Toda la fuerza, la organización, el poderío y las herramientas del Estado al servicio de aplastar lo que ellos consideran opositor.

-Resuenan dos declaraciones: una de Juan José Campanella y otra de Soledad Silveyra, ambas en Viva. Dijeron que ahora se abstienen de opinar de política porque entendieron que les atrae una atención negativa que puede afectar sus trabajos. ¿Qué te pasó a vos?

-Todos deberíamos tener derecho a decir lo que pensamos sin que esto presuponga que se te va a venir el mundo encima. Pero todo se ha convertido en Boca-River, negro-blanco. Desaparecieron los grises, desaparecieron deliberadamente las posibilidades de que uno tenga una tercera o cuarta posición… Yo luché toda mi vida contra eso, porque soy de los que creen que podés estar de acuerdo con una acción de un gobierno que no elegiste y podés decirla, pero eso automáticamente te transforma -en el caso nuestro, que tenemos trabajos de exposición pública- en adherente al gobierno o a tal posición política. Y así para algunos te volvés un enemigo.

Ese infantilismo mental es lo que hace que gente inteligente y valiente, como Juan o como Solita, que por diferentes motivos y en diferentes situaciones han expresado sus opiniones, hoy se sientan retraídos. Primero porque tienen un camino andado, segundo porque han salido golpeados, maltratados. Entonces, cuando hablamos de libertad de expresión es una falacia, somos unos hipócritas, nos estamos mintiendo entre nosotros. Y en el fondo es un poco así.

-¿Cómo te llevás con las redes?

-Yo tengo una en que me metió mi hija y otra elegida. Lo que trato de hacer es un mini servicio de apoyo a causas que me parecen necesarias. Hasta ahí me da. Por otra parte, éste es un momento muy extraño para evaluar qué se dice y por qué se dice, para tratar de evitar que automáticamente te ubiquen en un grupo o en el otro. Está todo demasiado…

-¿En carne viva?

-En carne viva… Hay mucha gente enojada, mucha gente que no tiene capacidad de amortiguación para una opinión distinta. No termino de decodificar exactamente este momento. Es un momento bisagra, en donde venimos de una zona, estamos pasando por otra y no sé hacia dónde estamos yendo. Pero no sólo sucede en la Argentina. Por un lado, te hablan apocalípticamente de que estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial y, en este contexto, un problema en tu barrio te parece una pelotudez. Y no es una pelotudez, porque tu día a día es en tu casa, en tu barrio, en tu ciudad, en tu país.

Yo creo que uno tiene que decir lo que piensa, pero al mismo tiempo hay que ser precavido. Yo trato de no herir, de no atacar, porque eso es facilitarle la tarea al irracional. Por otra parte, no sé cuánta gente está dispuesta a defender mi libertad de expresión, independientemente de que piensen igual que yo o de que piensen de manera distinta.

-Hay miedo.

 

-Hay incertidumbre. No seamos ingenuos, estas cosas están dadas a partir de cómo baja la línea de arriba hacia abajo. Y a veces se leen o se escuchan cosas que te hacen preguntar: “¿De verdad están diciendo esto? ¿De verdad un funcionario público trata a una persona de esta manera? ¿De verdad un tipo elegido por el pueblo dice esto?”

-Este año falleció tu hermana Alejandra. La despediste amorosamente en redes. Comenzaste el 2025 con un golpe fuerte.

-(Silencio profundo) Fue un golpe absolutamente inesperado. Muy duro. No tengo todavía distancia para ser objetivo. Sólo estoy sumido en una gran tristeza, un gran dolor, repartido en su núcleo amoroso: sus hijos, mis hijos, nuestra familia, nuestros amigos. Como siempre ocurre en estos casos, el bálsamo es saber que ella peleó muchísimo, peleó con una valentía muy típica de ella, porque siempre fue corajuda. Una mujer extraordinaria, con una sensibilidad especial, injustamente atacada por algunos pelotudos que nunca entendieron en qué consiste defender un gremio como ella lo hizo durante tanto tiempo, elegida democráticamente.

Pero también es cierto que los últimos dos años sufrió mucho, muchísimo… Nos queda el bálsamo de saber que estuvimos todos alrededor de ella, abrazándola, apoyándola y defendiéndola… Los que sufrimos somos los que quedamos, ella ya no sufre más, por suerte… Es difícil aceptar la partida de un padre o un abuelo, pero más la de una hermana menor.

Es el momento en que la chispa de Darín se atenúa. La voz se le adelgaza. La mirada se le nubla. Y ante la propuesta de cambiar de tema, fuerza una sonrisa y dice: “Dale, sacame de ahí”.