Tras los alegatos presentados por la unidad fiscal el panorama apunta taxativamente a un grupo de personas que actuó con un objetivo preestablecido. Según los fiscales en sus exposiciones hubo cuatro sujetos con roles determinados para lograr la consecución del acto delictivo. Lamentablemente para la victima la cadena de causalidades llevó a la ruptura de los acontecimientos planificados y terminaron con una masacre ejecutada por dos de ellos, con armas cortantes con las que ya contaban previamente.
Las sólidas exposiciones de los tres fiscales penales, Mónica Poma, Leandro Flores y Gabriel González, abrieron un abanico de probabilidades donde mostraron un plan delictivo con roles puntuales, el cual además contaba con logística y acciones vinculadas que se fue depurando con el correr de los días hasta que apareció la victima ideal. Esta reunía las cualidades necesarias para ser abordada, tales como vulnerabilidad y empatía ante el ardid “abre puerta” del factor sensibilizador: el caniche toy, pieza clave en todo el perverso rompecabezas.
En la teoría de la “Elevación del Riesgo” (Risk Escalation) los especialistas señalan que cada delito conlleva una probabilidad acumulativa de violencia. “Cuando un delincuente comete ilícitos repetidamente, se produce una normalización del riesgo. Lo que empieza como robos menores puede escalar rápidamente hacia la violencia letal, especialmente cuando introducen armas o bien operan bajo los efectos de drogas”, según el criminólogo Carlos Guajardo.
Esta perspectiva explica cómo los patrones delictivos regulares aumentan la probabilidad de resultados trágicos. “Los delincuentes que operan en serie desarrollan rutinas que los hacen sentirse invulnerables. Pero en cualquier intervención delictiva existen variables incontrolables: la reacción de la víctima, la presencia policial imprevista, errores de cálculo. La muerte suele ocurrir cuando estos factores convergen”, según la Dra. Ana López, especialista en comportamiento criminal.
Según la hipótesis de la Fiscalía, el 27 de enero de 2017, Adrián Saavedra le pasa el perro a Javier Saavedra en una especie de “pasamanos”. Jimena Salas se sensibiliza con el animal –exageradamente cuidado y de un color poco común en esa raza– y se lo lleva para mostrárselo a la vecina del frente. Mientras tanto el “Hombre 2” entra en escena. Luego Javier Saavedra regresa al vehículo sin el perro y se dirige a la casa de Jimena Salas, esto advertido por los vecinos. Mientras Carlos Damián Saavedra cuida el perímetro en calle las Virginias.
Una vez dentro de la vivienda, Jimena Salas reacciona defendiendo a la niña, quien es golpeada por Javier Saavedra. Allí, entre los dos masculinos atacan a la víctima con dos cuchillos. Uno monocortante y otro bicortante.
En este punto surge un dato inquietante que de seguro atraviesa toda la investigación ya que hay ADN del Hombre 2 debajo de las uñas de Jimena Salas. Una vez que la ultiman recorren toda la casa.
El Hombre 2 deja huellas en el comedor y en la habitación principal; mientras que Javier (Hombre 1) recorre toda la casa. Abren un alhajero, revisan el placar dejando la huella de la palma de ambos y husmean en un maletín. Se llevan el teléfono celular y un disco externo. A las 12:51 destruyen el teléfono y lo arrojan sobre ruta 9 a la altura del km. 1609, donde aparece luego en pedazos con lo que milagrosamente los investigadores logran recuperar las fotos que los dos asesinos creían habían eliminado, destruyendo el dispositivo.
A lo largo de toda la hipótesis de la fiscalía se ha desarrollado un eje en particular que al final de los alegatos parece haber tomado sentido y es el raid delictual que los hermanos realizaban desde hacía años atrás y que repetían sin solución de continuidad. Esto respaldado en lo secuestrado en los allanamientos donde se encontraron computadoras portátiles de victimas que luego las reconocieron, tarjetas de crédito en poder de Javier Saavedra que luego adujo que se las habían hecho llegar por su labor social y comunitaria para ser devueltas a su propietaria.
De hecho una testigo lo identificó como “el chico que se suicidó”, por fotos que vio en los medios. Eso manifestó la vecina del frente a quien abordó con el mismo relato y el perrito en situación de riesgo.
De todas las vecinas que encararon e intentaron la maniobra ninguna encajó con el ardid. La de zona de las zanjas, 4 días antes estaba con la madre al cuidado de una casa que no era suya; otra estaba embarazada con la casa llena de niños; y otra simplemente no cayó en el engaño y ni siquiera quiso abrirle la puerta.
Otra testigo vio el auto “negro redondito, como huevito”. Un Renault Clío o VW Golf que estaba a dos casas de su inmueble. Agrega que vio a un masculino con un caniche toy, caminando con el perro en brazos directo a la casa de Salas. “Tenía cara de bobo, pícaro o depravado”. Esto deja en claro la otra parte del plan delictual, el de los dos sujetos moviendo los otros autos afuera, mientras el Chino y el Hombre 2 se metían en la casa señalada a la cual podrían engañar a la propietaria, la que finalmente resultó ser Jimena Salas. Una mujer sola con dos niñas pequeñas de apenas 3 años.

“Grupo criminal”
Así los definió la fiscal Mónica Poma con una claridad meridiana. “Grupo criminal de múltiples personas, ya que actuaron dos sujetos dentro de la vivienda y moviéndose en más de un auto”. Utilizando el ´abre puertas´ para llegar al desapoderamiento violento”, indicó.
“Se trató de un grupo organizado que tenían las mismas características, tales como un perrito bien cuidado que cause empatía. Había una persona que participaba de la organización y que era el que más se exponía. Testigos, al menos 6 fueron intimidados, recibieron garabatos en sus casas, incluso una perito a quien luego hubo que asignarle consiga policial. Este es el grupo criminal formado por miembros de una familia de apellido Saavedra residentes en parque Belgrano”, describió.
En su exposición Poma aseguró que era un grupo que se hacían llamar “Los pibes” o “Los de Castañares”. Que eran fanáticos de GYT, tenían vehículos a disposición y contaban con antecedentes de robos y hurtos. Carlos Damián Saavedra y Guillermo Adrián tenían la titularidad de un VW Vento desde 2016; mientras que desde 2014, Guillermo tenía un Clio, quien usaba también su pareja de Trinidad Cordeyro. Ana María Simón tenía un Logan a su nombre.

Los antecedentes que pesan sobre los Saavedra antes del fatídico 27 de enero de 2017 son robos y hurtos, y desobediencia judicial, entre los más graves. “Estos antecedentes penales permitieron colectar informes policiales y ambientales, que les permitía vincularlos con la comisión de delitos contra la propiedad”, detalló Poma.
“Informes sociales y ambientales dan cuenta de un concepto vecinal muy malo, generando problemas con otros barrios, además de consumir alcohol y drogas; realizar manifestaciones ruidosas antes de ir a la cancha que los mostraba en sus apariencias delictivas”, manifestó la fiscal.
Por su parte recordó que según la declaración de la madre de los imputados, quedaron marcados como “la banda de los Saavedra”, en declaraciones de la señora Ana Simón. “No es un detalle que surgió de la imaginación del personal policial”, sugirió la representante del MPF.
En 2022 y 2023, refiere a la utilización de estos vehículos en desapoderamiento de bienes, en el accionar del grupo. Estas acciones los posicionaban como referentes o líderes de la barra GYT. De hecho Carlos Damián Saavedra es socio del club.
El día del crimen el celular de Carlos Damián no tiene registros, ni impactos de días antes. Desde el día 22 al 29 no hay impactos en las antenas ni actividad alguna. Recién el día 29 vuelve a tener actividad. “Apagaron los teléfonos durante la hora del hecho, resulta bastante llamativo que los tres hermanos tengan este hueco en sus registros, siendo que tenían actividades sociales diferentes”.

Las fotos del caniche toy y el testimonio cambiante de su pareja
Otro punto fundamental en el que Poma hizo especial énfasis fue en lo “oscilante” que resultan las declaraciones de la novia de Javier Saavedra con respecto a las fotos publicadas por la fiscalía y luego difundida por todos los medios periodísticos locales.
“En el momento de ser reconocido el perro, eso causó angustia por parte de la pareja de Saavedra. Esos registros se obtienen de dos fuentes. Hoy minimiza esa información, pero en ese momento no solo reconoció a la perra sino que entendió el contexto. Hizo averiguaciones de las características de la perra”, indicó. Y agregó un dato clave: “En diciembre le envía el video del CIF a Javier Saavedra y este le responde ´pobre mina seguramente conocían que le gustaba los animales´”.
En ese punto el increíble argumento del “Chino” fue: “Me acuerdo que la puerta quedaba abierta y la perra pudo haber sido robada y luego devuelta”. Como si los perpetradores de semejante baño de sangre hubieran utilizado a la perra y luego del acto criminal la devolvieran como si se tratara de un artefacto que ya no van a utilizar.
“Javier Saavedra ha sido el autor del hecho junto a un masculino de su familia que no ha sido identificado. Al Hombre 2 no logramos encontrarlo y el Hombre 1 tomó la decisión de irse a vivir a Santa Victoria Este, cuando se enteró que se habían publicado las fotos. Cuando se hicieron públicas en diciembre de 2017 decidió viajar al norte”, describió en otro pasaje de su extenso alegato.

“Los motivos que mencionó para ir al norte no coinciden nada con nada. Los cambios fisonómicos de Javier Saavedra obedecían a que tenía más barba y pelo más largo. Testigos lo vieron arañado días después del crimen y de hecho le hacían burlas diciéndole que se los había causado su novia. Con posterioridad no hubo actividad alguna en la universidad Católica en el 2017, no presentó trabajos prácticos ni nada. La excusa de sus peleas con los curas de esa universidad es burda.
“A menos que sea un psicópata lo puede haber hecho ya que estuvo como si nada, dijo su compañero de los festivales en Villa Floresta”, indicó la fiscal a modo de resumen y como corolario de un caso paradigmático.

El que mal anda, mal acaba
Investigaciones del Instituto de Criminología de la Universidad de Buenos Aires indican que delincuentes con 5 o más antecedentes por robos tienen un 40% más de probabilidades de involucrarse en homicidios que aquellos con historiales delictivos menores. Esto sucede desde la perspectiva psicológica como una “Desensibilización progresiva”.
“Con cada delito exitoso se erosionan los frenos inhibitorios. Lo que al principio generaba nerviosismo, luego se normaliza. Esta desensibilización explica por qué muchos terminan cruzando líneas que nunca imaginaron cruzar”, según el psicólogo forense Roberto Méndez.
Según el fiscal Gabriel González, “ambos imputados son participes secundarios ya que las tareas estaban asignadas previamente. El plan era dejar a la perra en la casa y luego el otro masculino llegaba a buscarla. La víctima fue claramente seleccionada por su vulnerabilidad”.
“Adrián y Javier actuaron de forma colaborativa. Los otros hicieron la logística. La colaboración fue oportuna y convergente. Carlos y Damián realizaron los aportes típicos del ilícito. Se sostiene que habían planeado abordar a mujeres solas y vulnerables”, agregó. “Existe certeza en orden a la participación criminal de los imputados. Son varios los indicios, son unívocos y deben ser valorados con indicios concordantes”, enfatizó.
Ante el cumulo de evidencia, pruebas e indicios y desde el plano de un observador externo se puede inferir que los tres Saavedra, más el desaparecido “Hombre 2”, que por cierto le debe un enorme favor a los que lideraron la primera línea investigativa que le dieron 5 años de ventaja para huir; todos juntos venían de un raid delictual violento que les había dejado botines diversos y experiencias delictivas que apenas alcanzaron el grado de simples felonías. Pero algo falló aquel 27 de enero de 2017 y marcó el final de años de convivencia con el delito contra la propiedad, donde no habían pasado de sustracción de algunos bienes ajenos pero que trágicamente aquel medio día terminaron con un bestial asesinato.



