EL CUENTO CON PREMONICIÓN CASUAL QUE CONFUNDIÓ A LOS SABUESOS DEL CIF

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El martes 21 de octubre declaró un compañero del taller literario de Jimena Salas. El joven había escrito un cuento corto que respondía a la consigna de ficcionar un “crimen perfecto”. Lamentablemente la imaginación de los investigadores voló demasiado alto y se creyeron que la, poco feliz, casualidad podría ligar al escritor con el atroz femicidio ocurrido el 27 de enero de 2017. Finalmente la policía le comunicó al compañero del taller literario de Jimena que nada lo relacionaba con el trágico hecho; cuando la línea investigativa cambió bajo la supervisión del procurador García Castiella.

“Nunca se sabe cuándo el diablo va a meter la cola”, decían las viejas sabias del siglo pasado. ¿Cuántas probabilidades había que la victima de este trágico caso que sacudió la abulia de la sociedad salteña aquel caluroso verano de 2017, tendría algunos ecos de coincidencia en un cuento corto escrito por un compañero de Jimena, del taller literario?

(…) …hace diez… quince años ya? No lo puedo creer. Quiero verte bien, y siento que está en mis manos el poder ayudarte de esta manera. Yo creo que el destino nos vuelve a encontrar por alguna razón, nada es casual. Ya te di mi número, llámame. No te sientas culpable. Yo misma sé que un matrimonio es una carga muy pesada para llevarla de a dos”.      

Esa es Soledad. Uno de los personajes que imaginó el joven escritor para su relato que obedecía a la consigna que habían recibido por parte del profesor del taller, es decir, de imaginar y plasmar un relato que obedeciera a la estructura narrativa de un crimen perfecto.

Durante una semana estuve con su número agendado en mi teléfono sin juntar valor para concretar la llamada. El viernes a la tarde, al llegar a casa después del trabajo, encontré un cuerpo tendido en el living, y mi cuchillo de asador al lado. Me acerqué aterrado, llamando a mi esposa y gritando “¿Dónde están los chicos?” pero nadie me respondió. Era Soledad la que estaba tendida en el piso sin vida, sobre un charco de sangre.   

Ese es el relato del hombre que había tenido un ligero amorío con Soledad, hacía una década y monedas. La maldita casualidad llevó la imaginación del joven escritor por el mismo sendero por el que recorrió el señor Nicolás Cajal aquel fatídico medio día de enero de 2017. Pero con muchas diferencias, las cuales –groseramente– los elementos de la Ley, abrumados por la ansiedad se negaron a ver y hasta uno de ellos salió festejando como si hubiera hecho un gol en la canchita de futbol 5 jugando con sus amigos, al notar solo un par de coincidencias, mientras interrogaba al desafortunado escritor y compañero de Jimena Salas.

Me acerqué aterrado, llamando a mi esposa y gritando “¿Dónde están los chicos?”, pero nadie respondió. Era Soledad la que estaba tendida sin vida, en un charco de sangre. Mi pecho y mi cabeza estaban a punto de explotar.  

De seguro por la misma angustiante sensación transitó la mente de Nicolás Cajal aquel trágico minuto en que se encontró con el horrible cuadro, al que se le sumó la ausencia de sus pequeñas hijas, a quienes luego de eternos segundos encontró encerradas en el baño.

Lo que sigue en el cuento ya pierde consonancia con la nefasta realidad de Nicolás Cajal, ya que el personaje del relato ficticio toma el cuchillo del suelo, la policía irrumpe en escena, llevándolo detenido por creer que fue él quien ejecutó la sangrienta faena, la de matar a su amante.

El desenlace del relato perteneciente al joven escritor que asistía al taller literario junto a Jimena Salas, describe la aparición en escena de la esposa engañada con teléfono en mano mostrándole a su marido los mensajes que evidenciaban la infidelidad, a quien lo llevan en custodia rumbo a la seccional de policía. El crimen perfecto finalmente se lleva a cabo, ya que la esposa engañada es la asesina de la historia.

Obviamente que las diferencias con el femicidio ocurrido el 27 de enero de 2017 son notorias, ya que no es la esposa la que es asesinada sino la amante; como así también el hecho de que el marido es la victima de la historia ya que será culpado del crimen en un final abierto.

Paradójicamente la coincidencia es que Cajal también fue acusado injustamente por la muerte de Jimena Salas y llevado a juicio pero ante el gran trabajo de su defensor Pedro Arancibia, fue exonerado en un proceso público en 2021, aunque su vida fue destruida socialmente con la consecuente pérdida de su trabajo y el escarnio social. Ergo, al menos no perdió su libertad, pero si a la madre de sus hijas.

Alguna vez Friedrich Nietzsche escribió: “Cuando miras el abismo, el abismo te mira a ti”. Esta tragedia ocurrida en 2017 lamentablemente no solo cegó la vida de una joven madre, sino que destruyó vidas a su alrededor.

De personas ajenas al hecho, quienes lamentablemente estuvieron en el horizonte de sucesos de este monstruoso agujero negro que dejó secuelas que jamás se curarán. La de esas pobres niñas que presenciaron como un psicópata masacraba a su madre; la del vendedor ambulante Sergio Vargas –otro de los salvados por el defensor Marcelo Arancibia– que involucraron injustamente y que estuvo en el lugar equivocado y momento equivocado; y la de un joven escritor que solo imaginó premonitoriamente un crimen perfecto, lo plasmó en un cuento de ficción sin dimensionar las consecuencias que truncaron para siempre sus notables habilidades para escribir.