“EL HOMBRE MALO QUE LASTIMÓ A MI MAMA Y QUE TENÍA UNA MANZANA EN LA PIERNA”

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En la segunda jornada de audiencias seguida contra los hermanos Saavedra por el crimen de Jimena Salas en 2017, declararon la madre de los imputados; la madre de Jimena Salas y la hermana de Nicolás Cajal. Justamente esta última es quien refirió la terrible frase que le dijo una de las niñas unos minutos después del trágico hecho. La ronda de testigos se completó con la niñera de la familia Salas, el efectivo policial que llegó a la escena del crimen y un médico, quien declaró vía remota.

La segunda jornada tuvo una particularidad especialmente destacable, prestaron declaración la madre de la víctima y la madre de quien en vida fuera señalado como el autor material del hecho criminal, es decir de Javier Saavedra.

Pero de seguro el testimonio más vívido con referencia a la secuencia producida aquel 27 de enero de 2017 fue el de la hermana de Nicolás Cajal, la tía de las niñas. La descripción fue tan clara y realista que de inmediato transportó a todos los allí presentes a aquel caluroso y trágico mediodía. “Fue como una película, yo sentía que no era real”, describió la testigo.

“Cuando mi hermano me dijo que había encontrado a Jimena, apenas podía entender lo que pasaba. Estaba en shock, era tal mi estado de incredulidad que al parar a cargar gas en una estación de servicio volví a llamar a mi hermano para preguntarle qué había pasado”, recordó la testigo.

“Al llegar vi que había muchos autos, llegaba cada vez más gente y pude ver que las chiquitas estaban encerradas en el auto”. En ese punto la testigo refirió que su hermano le había pedido quedarse con las niñas. Una vez que se quedó sola con ellas dijo que ni siquiera se atrevía a preguntarles que había sucedido, mientras notaba sangre en la zapatilla de las dos.

“El hombre malo que lastimó a mi mama y que tenía una manzana en la pierna”, le dijo una de ellas –obvio que esta redacción se reserva más detalles de las menores, tales como los nombres y demás referencias–.

“Ellas estaban serias y tranquilas. C. tenía una mancha de sangre en la remera. Había una mujer policía que miraba todo lo que hacíamos. Metieron las ropas de las nenas en unas bolsas de papel madera”, detalló, al tiempo que se podía palpar el horror en sus palabras al retomar tamaño espanto vivido en aquellas horas.

“Me sorprende mucho que le haya abierto la puerta a alguien. Era muy precavida”, reflexionó la tía de las niñas al reconocer también, como una vinculación con lo sucedido, es decir, el hecho de que Jimena “quería mucho a los animales”.

A pregunta de la querella refiriendo una vivencia que tuvo una de las niñas, un tiempo posterior al hecho, con un pariente que lucía una tupida barba. Relató que la niña lo había visto y que se había asustada de tal forma que había salido corriendo y se había escondido detrás de un sillón. “Se asustaba de los varones que usaban barba”, apuntó con referencia a ese detalle no menor.

En ese punto el defensor Marcelo Arancibia esperó el momento justo para preguntar acerca de una hipótesis fundamental que atraviesa la causa. Trasladó su inquietud desde el punto de vista de esta testigo, acerca de si “el hombre malo que tenía una manzana en la pierna y que vino papa y nos salvó”, era una consideración “en plural”; a lo que la testigo categóricamente respondió que la afirmación fue taxativamente “en singular”.

Madres del dolor

Alguna vez dijo Friedrich Nietzsche que “cuando miras al abismo el abismo te mira a ti”. Evidentemente es lo que esta madre ha vivido desde que todo cambió aquel 27 de enero de 2017.

En primer lugar la madre de Jimena Salas le tocó declarar. Entró en la Sala de Grandes Juicios y se paró frente al tribunal visiblemente con un aura de protección invisible que daba la sensación de que ya nada más podía dañarla. Así inició su relato, segura de sí misma pero con la misma certeza de que su viaje al pasado sería igual de perturbador como el de “Virgilio y Estacio”. Directo al corazón del infierno.

“Ese día no tenía natación. Concurrí al domicilio cuando el concubino –Nicolás Cajal– me dijo que había fallecido. Mis nietas estaban metidas en el asiento de atrás en el auto y a nadie le importaba. Estaban en un shock tremendo. Tenían sangre en las zapatillas. Después de pelearme con todo el personal no quería ni pregúntenles lo que había sucedido. No quería que esas niñas tuvieran recuerdos”, fue el inicio de su relato.

“Mi hija era excelente, era una persona que colaboraba con los animales, con merenderos. Ella tenía tres perros”.

Le preguntaron desde la fiscalía si tomaba medidas de seguridad a lo que la testigo respondió: “Yo le enseñé a ser precavida. Le quise poner una cámara en la puerta pero no quiso. Ella me enseñó que si le robaban no había que defenderse. Que lo material no importaba, lo físico sí. Por eso no entiendo porque se defendió”.

Su relato era calmo y su manejo de los tiempos en las respuestas y las preguntas eran de un aplomo tal que en un momento el tribunal le llamó la atención, que mirara al frente al responder a lo que la señora se limitó a decirle a los jueces mientras miraba a los fiscales: “Ellos son más lindos”.

Esa broma descontracturó de tal forma la declaración testimonial que el presidente del tribunal también respondió con otra broma; pero lejos estaba el ánimo de olvidar la tremenda deuda que la Justicia tiene con ella. Unos minutos antes había recordado que nunca la habían llamado para declarar y que no conocía a ningún fiscal.

Posterior a eso volvió al punto en que la niña “C.” había pronunciado la perturbadora frase que refería al señor malo de la manzana en la pierna que había entrado a la casa. Fue entonces cuando acercó un dato escalofriante:

“C. tenía la mejilla morada. Ella dijo que el señor malo la había golpeado para llevarla al baño, después de haber visto que a su mamá le dio puñaladas en el cuello y que luego se durmió”.

Antes de retirarse sobre el final de su declaración dejó una frase que resume todo el infierno vivido: “Intento diluir todo lo que pasó”. Miró al tribunal y antes de levantarse les dijo a los tres: “Espero no volver a verlos más”.

“Recién pude verlo después de que lo mataron”

Luego vendría el turno de la declaración de la madre de Javier Saavedra, propuesta desde la defensa, quien indagó en la testigo por cómo eran los hábitos de sus hijos en 2017. Es decir, donde vivían, que estudiaban, que ocupaciones tenían y con cuales de sus hijos vivía.

Respondió que ella vivía con Carlos y Javier. Este último cursaba la Licenciatura en Trabajo Social; mientras que Carlos Damián trabajaba con un contratista de Aguas del Norte. Mientras que Guillermo trabajaba ya en esa empresa.

Relató que Javier al regresar de la Universidad le había dicho que ya había encontrado su vocación. “Era trabajador social. Me hubiera gustado que lo hubieran conocido. Javier no huyó a Santa Victoria Este. Había hecho una excelente carrera y la nota más baja que tuvo fue un 8.50”.

A preguntas de la querella quien refirió al hecho de conocer el momento en que Javier Saavedra partió hacia Santa Victoria Este, la testigo respondió que entre fines de 2018 y principio de 2019, cuando unas inundaciones azotaron el Pilcomayo.

“Recorría todas las comunidades. A una hora de que llegara la camioneta los chicos lo salían a esperar, a ver que trajera pelotas para jugar al futbol”, recordó emocionada. “El no huyó de nada porque no tenía de que huir. Vivía a metros de la Gendarmería. Javier no mataba una mosca, hacía el bien. Jamás se quejó en la alcaldía. Cuando se enteró del juicio estaba alegre, era su oportunidad de decir la verdad. Contaba los días para que comience el juicio. Hablé con él el día de la Procesión. Él escribía un diario en 8 cuadernos de sus días en la alcaldía”, recordó.

“Recién pude verlo después de que lo mataron. Me arrepiento de haberlo visto después de la autopsia. Quería quedarme con esa última imagen. Por respeto a la memoria de Jimena y de mi hijo quiero llegar a la verdad”, clamó casi al borde del llanto.

A preguntas de la fiscal Poma referidas a las ocupaciones en enero de 2017 de sus hijos, respondió que habían presentado currículum en Aguas del Norte. “Damián no tenía antecedentes pero no tenía trabajo. Hasta el 2017 estaba estudiando Javier. Armaron un grupo de música en Floresta donde organizaba un festival de para jóvenes.

En ese momento la fiscal le preguntó si reconocía a la persona de la foto que había circulado tras ser recuperada del celular de Jimena Salas, a lo que respondió que no.

“¿Tenían mascotas?”, preguntó la fiscal a lo que la testigo respondió que una caniche toy que se llamaba “Bonnie”. Cabe aclarar que el nombre de la perrita es referida constantemente en la causa desde su inicio, nombre que se pronuncia como “Bony” pero que la testigo destacó que también le llamaban “chichita”,  aclarando que era una especie de acrónimo formado por los nombres de Javier, su novia Melina y la misma perrita.

Al momento de preguntarle acerca de la muerte de la perrita relató que “nuestra Bony murió un 1 de mayo de 2018. La atropellaron. La enterramos en la plaza cerca de mi casa”.

Con respecto a los allanamientos la fiscal le preguntó si los recordaba. “Como no voy a recordarlos. Se llevaron las correas de los perros”. Alli fue cuando le preguntaron por las mochilas y una en especial. La mochila camuflada.

“Esa mochila la usaba Javier. No era de tamaño normal”, refirió.

También le preguntaron desde el MPF si Javier usaba lentes para leer y si se los ponía para manejar. “En los puestos de control se los ponía”, dijo.

Los problemas con la policía y la muerte de su otra hija

Un elemento de vital importancia en la causa es sin dudas el llavero de Gimnasia y tiro que aparece en la fotografía. La fiscal hizo foco en la forma del llavero y donde se lo usaba a lo que la testigo respondió que era del tipo de vidrio con el logo de GYT y que se usaba con la lleve del Reanult Logan.

Un momento de gran importancia se registró cuando la oficial a cargo en la Sala de Grandes Juicios le acercó a pedido del tribunal el acta donde había una fotografía donde sí se veía la identidad de Javier Saavedra y que la testigo allí reconoció el llavero.

Luego vendría la referencia a un hecho violento vivido por la familia Saavedra con la policia. Alli la señora relató un incidente con la policía dónde terminaron todos presos. “Salió en los diarios la paliza que le dieron a mi ex marido. Los vecinos los odiaban. Quedaron marcados como la banda de los Saavedra. Ellos provocaban a la policía, lo admito, me han dado dolores de cabeza pero eso no los hace asesinos”, enfatizó.

Sin dudas el momento más dramático vendría cuando recordó a su hija Belén. En ese momento la fiscal le preguntó cuál había sido la causa de muerte. “Mi hija Belén se suicidio. Fuimos a grupos de autoayuda. Desde ese momento Javier se convirtió en mi sombra, me cuidaba siempre”, detalló.

Luego de la extensa ronda de preguntas vendría el reproche a la genetista que la familia había propuesto como perito de parte. “Cometió un tremendo error”, aseguró al tiempo que relató que iba a ir a su casa con pintura y que la llenaría de insultos pero que Javier le dijo que no se atreviera a hacer semejante cosa.

Sobre el final de la declaración se produjo un incidente con el querellante a quien ya le había pedido que deje de llamar psicópata a su hijo, quien no puede defenderse. Pedro Arancibia preguntó si su hijo se habida suicidado pero el tribunal no permitió la pregunta, aduciendo que esa causa es objeto de otra investigación y que no guarda relación con la causa que está siendo objeto del debate.