Hubo que soportar 20 años de hipocresía por parte de estos colectivos que lo único que hicieron fue sembrar el odio y dejarse usar para ganar cuatro elecciones presidenciales, donde en la última paradójicamente gobernó alguien que esta denunciado por violencia de genero.
El colectivo ‘Actrices Argentinas’ emitió un comunicado: “En el contexto de una Argentina que en 2024 vio extinguirse por orden del nuevo gobierno todas sus políticas de prevención de violencia de género y de asistencia a las víctimas, y habiendo escuchado al presidente actual y su equipo repetir que ‘la violencia de género no existe’, la denuncia de Fabiola Yáñez al ex presidente Alberto Fernández es una muestra de lo que gritamos desde los feminismos: la violencia de género arrasa en TODOS los ámbitos”.
Ante semejante paradoja el propio Alberto Fernández, “compañere” de fórmula de Cristina Kirchner, principal impulsora de estos grupos radicalizados que nada aportaron a la sociedad argentina en dos décadas, más que odio a granel contra todo aquel sospechado de machista; aparecen ahora –como dicen en el barrio– cuando se termina el asado: “para los eructos”, estas fanáticas a pronunciarse a favor de Fabiola Yáñez… esa misma que aparece en las fotos en la fiesta de Olivos.
“Poner el foco en Fernández impide observar un fenómeno más relevante. El cinismo kirchnerista. La de la igualdad de género era la última bandera que le tocaba bastardear”, dice Carlos Pagni, en un editorial de LA NACION.
La paja en el ojo ajeno
En 2017 La Cámpora se vio sacudida porque varias militantes denunciaron la hostilidad machista de algunos dirigentes. Se quejaban de haber llevado su situación a la Mesa de Género sin obtener respuesta alguna. Esa mesa era presidida por Mayra Mendoza.
Cuando todavía Yáñez no había formulado su denuncia, la intendenta de Quilmes, Mendoza, dictaminó que el expresidente “daba el tipo de maltratador”. En su momento, la misma Mendoza tuvo enormes dificultades para censurar el comportamiento de Fernando Espinoza, procesado por acoso sexual.
Pero no hay que irse muy lejos de Salta para referir a situaciones de acoso en el ámbito militante. Por citar uno: el “Chupachichi” Juan Ameri, quien se hizo conocido aquel 24 de septiembre del 2020, cuando sesionaba la Cámara de Diputados del Congreso analizando un proyecto de ley.
Allí se lo vio chupándole una teta a una mujer, lo que lo hizo trascender en cuestión de segundos los medios nacionales. Pero eso solo fue la carta de presentación de Ameri, la fama de Probable “acosador” entre las filas de las militantes que aspiraban a algo más que un plan, era vox populi. Incluso el rumor llegó a los pasillos de tribunales en Ciudad Judicial.
Allí es cuando en términos reales “se termina de perforar la legitimidad de cualquier alegato progresista”, como dice Pagni, pero la magia de todo este verso es que ayudó a ganar cuatro elecciones, entre tanta gente engañada por estos timadores morales: Madres de plaza de mayo, victimas del terrorismo de estado, familiares de desaparecidos, intelectuales progresistas de los años 70, matrimonios igualitarios, etc. Pero nada fue gratis, fue populismo.
Ahora tenemos que pagar en un año todo el despilfarro de dos décadas tiradas a la basura, y no solo en términos económicos, también en lo que hace a madurar como sociedad. Un ejemplo cabal es la estremecedora hipocresía con la que el feminismo en la Argentina no aportó absolutamente nada, mientras a la Yáñez la estaban fajando en Olivos, las ridículas del pañuelo verde la careteaban en manifestaciones públicas y la gilada creyéndose el verso progre.