Es la primera vez que un candidato libertario gana un cargo de elección popular en un país latinoamericano. Además de que se trata de un outsider total que se formó al calor de las cámaras de televisión, mientras defendía su postura “anarcocapitalista”
Argentina es un país único donde se producen fenómenos inexplicables. Un ex arquero de Chacarita que estudió economía y maltrató en televisión a una modelo, hoy es presidente. ¿Cómo se llega a una voltereta tal? Estando en el lugar exacto y en el momento exacto.
Hay varias razones que explican el triunfo de Milei. En primer lugar, la crisis económica y social que atraviesa Argentina ha generado un descontento generalizado con los partidos políticos tradicionales. Milei, con su discurso antiestablishment y sus propuestas económicas radicales, supo capitalizar este descontento.
Además de que la Argentina emite dinero sin respaldo hace casi dos décadas, produciéndole al país un daño irreversible en lo que hace al valor de su moneda, la cual se ha licuado a tal punto que ya el concepto de ahorro ha pasado al olvido.
En segundo lugar, Milei ha logrado conectar con un sector de la población que se siente excluido del sistema político. Su discurso de libertad individual y su rechazo a la intervención del Estado en la economía le ha funcionado sin la necesidad de un equipo propagandístico.
Milei ha sido un hábil comunicador que ha sabido aprovechar las redes sociales para difundir su mensaje. Su estilo directo y provocador ha logrado atraer la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública.
Para los más optimistas el triunfo de Milei es una oportunidad para que Argentina experimente un cambio radical. Sus propuestas económicas, si se implementan correctamente, podrían ayudar a reducir la inflación, impulsar el crecimiento económico y crear empleo. Sin embargo, también es importante tener en cuenta los riesgos asociados a las políticas libertarias, como la desigualdad social y la concentración de la riqueza.
Habrá que esperar para ver si cumple sus promesas de campaña y cómo se adapta al ejercicio del poder. Su victoria es un desafío para los partidos políticos tradicionales, que tendrán que repensar sus estrategias para seguir siendo competitivos en el futuro.
Es evidente que una nueva era comienza no solo en Argentina sino a nivel global, ya que su irrupción en la política sin antecedentes, más que una banca como diputado de un partido que no comulga ni con peronistas ni radicales, es un fenómeno muy peculiar.
Hartazgo que todo lo puede
A pesar de sus últimas y nefastas declaraciones con respecto a Margaret Thatcher, sus afirmaciones referidas al número de desaparecidos en la última dictadura y su deslucida actuación en el debate, no le movieron al amperímetro a nadie.
Poco y nada de todo aquello se tuvo en cuenta la hora de votar, ya que su afecto por la derecha en un país que se mostró “de izquierda” en los años y donde parecía que los Kirchner serían los eternos mandamases; hoy por hoy y ante la prensa mundial Argentina aparece como un país que se ha volcado a la derecha más recalcitrante.
A lo largo de dos periodos y medio de Cristina, Alberto mediante; uno de Néstor y uno de Macri, Argentina ha entrado en un estado de gravedad económica como nunca experimentó antes. Esto ha acarreado que la pobreza haya trepado a niveles alarmantes y que la inseguridad haya pasado a ser uno de los problemas más acuciantes.
Otro factor preponderante fue el “voto joven”. Otra de las “brillantes” ideas de Cristina, quien hace unos años era un fenómeno que no paraba de penetrar en franjas sociales donde los mayores de 16 años parecían ser un blanco perfecto para captar voluntades; terminó siendo el coto de caza de los votos de un Milei que acertó en apuntar a ese sector, por cierto muy golpeado por la escasa educación primaria, secundaria y universitaria; y sobre todo la falta de contención.