¿Robo que salió mal o crimen por encargo? Ese fue el dilema desde el minuto uno de la investigación. Para la mayoría de los lugareños, algunos policías de lengua suelta, investigadores e incluso los abogados que formarían las partes intervinientes a posteriori, a la señora Jimena Salas la mandaron a matar ¿por qué? En esta segunda entrega se analizará con los datos que muchas fuentes le han aportado a esta redacción los motivos de un probable crimen de estas características
Las motivaciones de un crimen por encargo pueden ser las más variadas y diversas. Desde cobros de deudas, pasando por venganza, celos, hasta llegar a la búsqueda de un “blanco u objetivo” y eliminarlo por dar a conocer –por ejemplo– información perjudicial que afecte el buen nombre de algún fulano con muertos en el ropero. De allí que en aquel caluroso verano de 2017 en Salta se tejieron de toda clase de tramas en torno al asesinato de Jimena Salas. La vívida imaginación del “salteñoide” promedio, llegando hasta las opiniones de los más expertos en el tema, que han hecho sus aportes a un caso más enigmático incluso que el de las turistas francesas.
A saber, las pseudo-hipotesis van desde “el marido habría viajado mucho a Córdoba por un tema de lavado de dinero”; “Jimena Salas habría estado en la fiesta de las francesas y habría amenazado con hablar”; “se habría quedado con un dinero de unos terrenos de un poderoso y la habría mandado a ajustar cuentas”; “El marido andaría en algo raro y se la habrían cobrado con ella”; “habría utilizado los camiones de la empresa donde trabajaba para trasladar drogas” y obviamente el preferido de la chusma: “La habría mandado a matar (el marido) por celos”.
Todas estas variopintas versiones llegaron a la redacción de MUY CRITICO desde 2017 a la fecha, desde los rincones más insólitos de la sociedad. Pero ninguno con alguna solvencia o base medianamente seria. Incluso llegó una versión de alcoba donde un “alto funcionario del Poder judicial –un peso pesado de bien arriba– habría tenido un pasional encuentro con la señora Jimena Salas y habría recibido amenazas de extorsión”.
Más allá de que con estas aseveraciones tan bizarras y en algunos casos vergonzas, no han hecho más que ensuciar la memoria de la víctima y de su familia. Ergo, hay que admitir que vivimos en Salta, tierra de necios portadores de una mentalidad cerrada y conservadora, donde chismosos y difamadores forman una especie de “tribunal” que sienta sus bases en bares, confiterías y redes sociales como si se tratare de una verdad sacrosanta.
No es de sorprender de una sociedad que se maneja sin ningún tipo de códigos y ni siquiera un halito de moral; y donde incluso varios de esos facinerosos caminan por los pasillos de tribunales vestidos de traje y corbata.
Un bolso con drogas o dólares y una “tarde de perros”
De todos modos el fantasma del crimen por encargo está presente en este caso y a medida que la investigación se adentra en los cuestionamientos más profundos es donde las evidencias comienzan a cantar verdades que suenan creíbles. Sin dudas la primera de ellas es la pregunta que quizás pueda responder al por qué los perpetradores no se llevaron nada de valor ¿o quizás sí?
Esto surgió de las pericias ortológicas realizadas con perros entrenados que reconocían mediante el olfato, dólares y/o drogas. Por cierto es lo que podría haberse encontrado en el bolso que Nicolás Cajal tenía en su poder y donde dijo que allí había dinero de un crédito PROCREAR que había obtenido pretéritamente. De ese bolso los dos sujetos identificados como Hombre 1 y Hombre 2 se habrían llevado su contenido tras matar a la señora Jimena Salas.
El 8 de noviembre de 2019 fueron convocados a la prueba en cuestión en la Escuela de Cadetes de la Provincia de Salta, “Comisario Inspector Elías Boleas”, en Avenida Housein Nº 2050, los tres representes del MPF y las defensas de Cajal y Vargas. Por entonces Marcelo Arancibia, Luciano Romano y Marcos Rubinovich.
Además estuvieron presentes el subcomisario Sergio Costello, el subcomisario Pablo Costilla, el oficial principal Juan Sánchez, el oficial principal Pedro Añazgo, el perito Daniel Flores, el técnico Maximiliano Bermúdez (Criminalística del CIF) y el sargento ayudante Carlos Dagún. Además de los ya presentes, estuvieron también personal de la Policía Federal Argentina, el sargento Gerardo Corimayo, agente Tomas Morales y agente Gabriel Dávalos.
De lo dicho por los expertos lo que se concluye es que las moléculas activan el olfato del perro, lo que dispara una encima en el cerebro del animal y este reacciona ante tres maletas separadas por un metro de distancia (con dos “distractivas” que guardaban calzones y ropa usada de los policías) siendo la restante la del imputado.
Finalmente lo que quedó en las actas es el hecho de que la prueba identificada como DSRSAL201700119/54 tuvo sustancias narcóticas y divisas.
¿Por qué no falta nada en la casa?
Ni si quiera la computadora portátil que se encontraba sobre la mesada y que se puede ver en la escena del crimen, que dicho sea de paso es una “escena muy prolija”. Solo hay una silla volteada y la victima en un rincón. Nada más. No hay vestigios de una pelea, ni lucha defensiva a pesar de que la señora Salas logró lastimar a su atacante, probablemente el “Chino” Saavedra. Entonces surge otra pregunta interesante:
¿Es Javier el “Chino” Saavedra el feroz sicario que dicen que es y a quien le encargaron un violento acto criminal que incluye más de 45 puñaladas? Un “sicario” que no tiene antecedentes penales y era un encantador misionero que ayudaba a los niños pobres en el norte profundo.
Esto nos lleva a plantearnos el siguiente escenario cronológico: Los dos sujetos entraron a la casa, mientras uno llevaba a las niñas al baño y el otro acabó con la vida de Jimena Salas. Luego fueron directo a la habitación, tomaron el bolso del señor Cajal y se llevaron el dinero –dólares quizás– o drogas y se fueron como almas que lleva el diablo. Para finalmente salir a la ruta, destrozar el teléfono celular de la víctima, con el cual el atacante había tomado la famosa fotografía del perrito y por ultimo escapar al norte en el caso de uno de ellos.
Tal fue la pregunta del periodista Dani Gutiérrez a quien redacta la presente nota, utilizando una ocurrente metáfora plantea una realidad que determinó el lugar del arresto del principal señalado como el autor material: “¿Pudo haberse escapado al norte y convertirse en un monje tibetano?”.
Confusión del objetivo, cuatro días antes
En la causa hay dos testigos que fueron citadas en el primer juicio y sus nombres y apellidos están en las actas. Sin embargo estas mujeres temerosas de ser identificadas cuando aún los Saavedra no habían sido apresados, se comunicaron con esta redacción solicitando de manera enfática no ser identificada por lo que, para comprensión del estimado lector serán mencionadas como Mujer 1 y Mujer 2.
Hasta el momento que fue citada a declarar en el primer juicio, la Mujer 1 ocupaba una vivienda de similares características donde ocurrió el violento crimen, cerca de la propiedad de Salas y Cajal. De hecho esta persona tiene características físicas y fisonómicas parecidas a las de la Jimena Salas. Es docente en la Universidad Nacional de Salta en la Facultad de Humanidades o lo era hasta el momento de ser citada en aquel debate que se juzgó a Sergio Vargas y al viudo Cajal.
Esta mujer no se encontraba en Vaqueros sino que se había ido de viaje al Calafate aquel enero de 2017, quizás por su pertenencia al kirchnerato más recalcitrante que por entonces se había hecho con los fondos y el manejo de la facultad de Humanidades; o quizás esta docente se fue de vacaciones. No viene al caso siendo totalmente irrelevante para la causa lo que haga con su vida privada. De todos modos fue acribillada a preguntas por los tres fiscales que participaron de aquel juicio.
Cuatro días antes del fatídico 27 de enero de 2017 el sujeto que mató a Jimena Salas se presentó en el domicilio de la Mujer 1, quien había dejado al cuidado de la Mujer 2 su vivienda. Lo que no sabían los sujetos era que la madre de la Mujer 2 estaba en la vivienda.
Fue la primera vez que el sujeto utilizó el ardid del perrito. Es decir cargar un caniche toy para ganarse la confianza de la persona a quien iban a buscar con la inconfesa idea de asesinarla, haciéndose tomar la fotografía y subiéndola a la redes. Pero cuando la madre de la Mujer 2 se asomó por la ventana –o el balcón, no se tiene precisión en aquella declaración– y preguntó que pasaba con tono inquisidor, lo que desanimó al sujeto y este abortó la operación de sicariato.
El destino quiso que la Mujer 1 estuviera en el Calafate y eso no solo salvó su vida, sino que el caso hubiera caído en un cono de sombras tal que, considerando que al día de hoy es difícil determinar el móvil, ni hablar de lo que hubiera sido de esa investigación con una víctima “confundida” con otra. Y esto dispara otro interrogante inquietante: ¿Pudo haber sido la Mujer 1 el verdadero blanco del sicario o la confundieron con Jimena Salas y nada ocurrió ese 23 de enero de 2017?