Chat Generative Pre-Trained Transformer es la nueva revolución tecnológica tal como lo fue Microsoft a fines del siglo XX. La sola idea de pensar que una APP puede hablar con nosotros como si fuera humano es algo que va más allá de la ejecución de una orden o el pedido de una tarea, es el inicio de una nueva era ¿pero no es demasiado para nosotros? ¿Estamos preparados para semejante aluvión tecnológico?
Estos artículos del tipo “divulgación científica” por lo general comienzan planteando en el “cómo llegamos a esto”; o bien una larga y sobreabundante explicación de cómo funcionan cosas como “las redes neuronales” o cosas así. Pero aquí la pregunta que plantearemos es: ¿Quién les dio permiso a estos imbéciles para liberar semejante tecnología de forma tan irresponsable?
A propósito del título, con respecto al precedente de Microsoft. Viene a colación de que, en la década de 1990, aquel gigante monopólico obligó a que el 97% de las computadoras de todo el planeta debieran utilizar su sistema operativo Windows y por ende navegar con su producto estrella Explorer, que por cierto era malísimo y que no era más que una mala copia del Mosaic.
Pero claro en aquella época todo el crédito –y las toneladas de dólares y Euros– se las llevaba la compañía pirata por excelencia de Bill Gates, a quien finalmente el gobierno de los EE. UU. le pisó el cuello de tal forma que tuvo que dar el brazo a torcer y subdividirse en dos compañías más. Cuestión que la “debilitó” y la dejó a la altura de cualquiera de sus pares, como Apple, Google o Amazon.
De todos modos Bill Gates además de ser por entonces el hombre más rico de mundo y ahora un filántropo aburrido, también se da el lujo de aconsejar a los cerebritos de Open AI, justamente los que abrieron la Caja de Pandora en 2022, cuando liberaron al “Skynet” de nuestros tiempos. Aunque la malvada IA que se imaginó James Cameron para su “Terminator” de 1984, está en el terreno de la ciencia ficción un paso atrás de lo que estamos viviendo actualmente con esta auténtica perversión tecnológica.
¿Perversión?
Claro que sí. Que un fastidioso bot nos llame todos los días para detectar que nuestro teléfono está activo y brindarle a las empresas nuestro número sin consentimiento es algo que podríamos tolerar en aquello de que es “fuerza de mercadeo”. Hasta ahí se lo puede soportar pero que ese mismo bot clone nuestra voz para luego llamar a nuestros contactos y hacerles creer que estamos necesitando una cantidad de dinero que irá a parar a la cuenta de un mocoso perverso que entrenó a estos autómatas en línea para ganar criptomonedas sin mover su obeso traste del sillón de su casa, es al menos malévolo.
Hace poco los licenciados en Criminalística de Intercrim dieron a conocer un caso en la provincia de Córdoba, en Argentina. Resulta que no hace falta irse hasta Rusia, Australia o China para citar a algún hacker que se hizo con las cuentas de unos desprevenidos jubilados. Este es un mocoso menor de edad que clonó a sus compañeras –también menores– y las insertó en una película porno. No conforme con eso las puso en servidores de sitios de películas condicionadas de libre acceso a todos los dispositivos del mundo.
Esto por citar un solo caso de los miles que hay en el mundo y que se están pergeñando mientras usted lee esta nota, tales como estafas para todos los gustos y timos donde la inmoralidad hace que sintamos que estamos ante un enemigo que no se ve ni se puede identificar a menos que tengamos la tecnología del Pentágono, y que de tenerla no sabríamos como utilizarla, porque no somos más que un grupo de simios queriendo echar a andar un Ferrari.
¿Quién les dio permiso a estos inconscientes que ahora son los dueños de las compañías mejores valoradas en bolsa del mundo? Esos imbéciles de Silicon Valley que ni siquiera le dieron tiempo a la Justicia de su país, de que les puedan llamar al orden tal como lo hicieron con Bill Gates cuando violó las leyes de monopolio. Para ese entonces un juez le dio un garrotazo legal como para que termine siendo un indefenso filántropo y apareció donando dinero a los pobres del África.
Pero con estos nenes de Open AI nadie se ha tomado el tiempo ni la paciencia de redactar alguna ley que les restrinja soltar tamaña bestia de la cual apenas le hemos visto un colmillo. Porque claro primero está el ego, después el ego y luego el ego.
Oportunista, irresponsables y ególatras
Ni siquiera pueden ufanarse de haber inventado nada desde cero, como el gordo Steve Wozniak, a quien se le ocurrió ponerse a soldar chips sobre una mesa una tarde de ocio, en la que solo quería calcular las frecuencias para su Caja azul, artilugio del Capitán Crunch, y terminó inventado la primera computadora personal de la historia la cual fue absolutamente revolucionaria.
Lejos de esa genialidad digna de un lugar bien ganado en la historia, sin contar que el querido “Woz” escribía códigos de programación que sentaron las bases para el sistema operativo de la Mac, copiado descaradamente por otro pirata como Gates; ergo, estos facinerosos de OpenAI, crearon el chatbot con su lenguaje especializado en el diálogo que se ajusta con técnicas de aprendizaje supervisadas y de refuerzo, aprovechando las tecnologías de los Transformers, por dos motivos fundacionales donde jamás tuvieron ni la más mínima injerencia.
En primer lugar el aprovechamiento de las tarjetas gráficas creadas por NVIDIA en 1993 para que corriera en juegos de video. Ese el origen de esta tecnología milagrosa. Resulta que como los juegos no corrían con la suficiente rapidez sobre las memorias RAM de los años 90, a los CEOs de esa compañía –hoy en día la más valiosa del mundo por sobre de Apple– se ocurrió que sobre tarjetas gráficas los juegos en 3D funcionaban mucho mejor. Vieron eso y aprovecharon que la IA corría mejor en estas tarjetas.
El otro timo es aún más inquietante, esperaron a que las redes neuronales entrenaran la carga de datos gracias a la Internet colaborativa. Nada más ni nada menos que las redes sociales. Ese lugar donde millones de estúpidos al día regalan todos sus datos, su imagen y sus identidades. Con eso bastó para que los Transformers hicieran el resto del paquete sobre una versión beta de Google. Ese fue el germen de la idea.
Pero faltaba una cosa más. La billetera de Elon Musk, quien fue uno de los primeros que puso capital riesgo para echar a andar la maquinaria. Pero resulta que el millonario de los cohetes espaciales quería esa tecnología para sus autos Tesla y ¿qué pasó? Lo sacaron carpiendo ya que apareció otro socio paritario dispuesto a poner un poco más de dinero ¿y a que no saben quién fue el que le agregó un cero más el cheque de Elon, que solo era de 10 millones de dólares?
Si… Microsoft. Esos que en los 90 se hicieron ricos robándole el Windows a Steve Jobs. Pusieron 100 millones de dólares para que los bots puedan conversar como humanos. La historia da un bucle, vuelve al principio y se parece mucho a la teoría de caos.
Primero se necesitó de la programación para entrar al juego, luego del internet para entrenar las redes neuronales, luego de las tarjetas gráficas para que corrieran los datos con mayor fluidez y finalmente de inversores que les diera el capital suficiente para que estos malditos abrieran la Caja de Pandora.
Solo Dios sabe qué pasará en los años que sigan. Pero tranquilos que según Jürgen Schmidhuber, ninguna IA malvada como las de Terminator o Matrix tomarán el mundo y adoctrinarán a la raza humana. Pero si aparecerán hordas de perversos que le den el peor uso posible a una tecnología que podría servir para que los seres humanos vivan más y mejor. Pero como va la cosa y si lo ponemos en perspectiva hacia el futuro inmediato podemos terminar peor que cualquiera de las distopía más pesimistas que se hayan escrito hasta la fecha.