MEET NANDO

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Cierto día de fines de los años 70 me topé con una revista Gente de 1973 donde descubrí una entrevista que cambiaría mi vida. El protagonista era un hombre de una incipiente barba que estaba en la segunda página del reportaje, pero en la página anterior había un joven de cabello castaño muy joven con una mirada que trasmitía una paz interior increíble. Era la misma persona y el protagonista de la historia de supervivencia más famosa de todos los tiempos.

REPP (*)

El reportaje era muy extenso, no recuerdo bien cuantas páginas, quizás cuatro o cinco tal vez. Era la nota central y lo que recuerdo es que mi padre compraba esas revistas febrilmente, había pilas y pilas de ellas en la casa donde vivíamos antes, en El Galpón. Tendría unos 8 años cuando me choqué con esta historia escalofriante.

Lo que hice fue comenzar a disparar mi sedienta curiosidad en los subtítulos con negrita que resaltaban en el texto y dividían las temáticas. Era una entrevista a corazón abierto y grabadora, reproducida en papel con cada palabra que ese hombre le había dicho al periodista que la había escrito. Con puntos y comas allí estaban esos infernales 72 días que había padecido este joven, tal y cual los había vivenciado mientras había visto morir a su madre, a su hermana y a sus amigos.

Recuerdo claramente que se me quedó grabada una palabra antes de empezar a leerla desde el principio: “antropofagia”. Ni siquiera necesité ir al diccionario para saber que significa ese término. Les recuerdo que no tenía idea de la tragedia de los Andes, ni de los uruguayos que habían caído en la cordillera. No sabía nada de nada de esa épica de los jugadores de rugby, por lo que esa nota fue mi bautismo de fuego con este hecho que hasta el día de hoy me sigue conmoviendo.

Incluso antes de sumergirme en la nota, vi un par de páginas más adelante, esa famosa foto en blanco y negro donde está el avión casi desintegrado y unas personas levantando los brazos. Allí me di cuenta en la semiótica de esa sola fotografía que aquella iba a ser la historia más escalofriante que jamás conocería y que además marcaria mi futuro para siempre, el de querer entrevistar a alguien que había pasado por una experiencia aterradora y había encontrado la redención.

Después de todo ¿qué más puede pedir un periodista? que descubrir a Nando Parrado y plasmar en unas páginas un hecho que a mí me convirtió en “reportero” como le dicen en otros países de habla hispana a mi profesión; y a miles y miles que se encontraban en la oscuridad y se plantearon: “Si Nando pudo cruzar los Andes para salvar a sus amigos ¿cómo no voy a poder vencer yo a mis demonios? ¿Cómo no voy a poder cruzar mi montaña?”.

Muchos años después, en 1993 un amigo me prestó el libro “Viven” de Piers Paul Read. Fue justo cuando se estrenaba la película de Frank Marshall. Pero aquella nota de la revista Gente la guardé por años y años hasta que en una mudanza desapareció.

Pero ya había cumplido con su misión, la de enseñarme en una sola nota como se hace una entrevista para la gráfica. Magia pura por cierto, la del género de la Entrevista, lo cual después estudiaría en la universidad y aun así con toda esa teoría académica jamás igualarían la perfección de aquella nota con Nando que descubrí en Gente.

Un Nando Parrado joven pero reflexivo, maduro y seguro de haber vivido cien vidas en una. Ese mismo que después escuché en una apasionante entrevista radial con Matías Martin, en Del Plata, radio que escuchaba apasionado en mis años de operador de cargas.

Para cuando apareció Internet comencé a devorar todo lo que se refería a la tragedia de los Andes, pero sobre todo a la figura de Nando, a sus palabras, a todo lo que tenía para decir. Leía todo acerca de su vida, de su trabajo como productor de televisión y de su pasión por los fierros, por los autos, por la F1 y de su amistad con Jackie Stewart, el gran campeón escoces de quien Nando se hizo tan amigo que incluso me enteré que había sido padrino de uno de los hijos del emblemático piloto.

A unas horas de redactar esta nota vi a Nando en Instagram con Jackie, en el Gran Premio de Países Bajos y se me ocurrió una gran excusa para redactar esta nota en primera persona, donde doy fe de como una historia en una revista arrumbada en el cuarto polvoriento del fondo de una casa cualquiera, puede cambiarle la vida o inspirar a alguien que decide elegir una profesión que le termina apasionando. Ergo, hay que tener suerte de toparse con una historia así a los 8 años.

Nando en una de sus famosas conferencias alrededor del mundo

Aunque nunca lo vi en mi vida siento que lo conozco desde el día que lo descubrí en aquella revista Gente y reflexiono acerca de lo importante que siguen siendo los medios de Prensa, los medios de comunicación, estemos en la época que sea: papel, digital; pantallas o máquinas de escribir; celulares o grabadores con cinta, siempre estará latente la posibilidad de descubrir historias inspiradoras mientras exista el periodismo artesanal, ese que busca, encuentra e inspira con historias increíbles.

Obvio que cuando se estrenó “La sociedad de la nieve” mi cabeza volvió a estallar por los aires y sentí que el director Juan Antonio Bayona había hecho justicia con una película de esa cuantía a esta épica de supervivencia.

Aunque díganme si la imagen de Nando con el gran Jackie no es la de dos auténticos super héroes, de esos que se quedan a vivir para siempre en tu mente y te inspiran cada vez que lo necesitas.

(*) Redactada en primera persona