El puerto de Chancay se consolida como la cabeza de playa de una estrategia multimodal que, con un tren transcontinental, busca reconfigurar los circuitos comerciales del continente.
En un movimiento estratégico que está redefiniendo los mapas logísticos y las relaciones comerciales en Sudamérica, China despliega una ofensiva de infraestructura con el puerto peruano de Chancay como su joya de la corona. Esta iniciativa, complementada con el ambicioso proyecto de un ferrocarril bioceánico que conectaría directamente el Pacífico con el Atlántico a través de Brasil, representa un plan calculado para penetrar en la región, ofreciendo velocidad y eficiencia a cambio de influencia y un acceso sin precedentes a los commodities tan necesarios para su economía.
Una ruta marítima que ya es realidad
Los frutos de esta estrategia ya comienzan a cuantificarse. Según datos de la Aduana de Shanghái, en los primeros tres trimestres de 2025, la ruta marítima “Chancay-Shanghái” manejó 154,000 toneladas de carga, con un valor de 3,970 millones de yuanes (unos 559 millones de dólares) . Este flujo impulsó un crecimiento espectacular del 56.9% interanual en el comercio entre Shanghái y Perú, que alcanzó los 13,420 millones de yuanes.
La eficacia de este nuevo corredor se hace evidente al compararlo con los datos del primer semestre del año, cuando transportó 78,000 toneladas por valor de 1,720 millones de yuanes, lo que indica una clara tendencia de aceleración. Este “puente nuevo” para el comercio no solo mueve números abstractos, sino también productos tangibles: desde 2,300 vehículos fabricados en China hasta 11.7 toneladas de arándanos peruanos que, gracias a esta ruta, llegan más frescos al mercado asiático.
La ventaja competitiva es clara: Chancay, un proyecto emblemático de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) en la región, ha reducido la travesía marítima entre Perú y China de más de un mes a apenas 23 días, con un ahorro de costos de al menos un 20%. Recientemente, este canal sirvió incluso para transportar la primera remesa de objetos para la Exhibición Internacional de Importaciones de China (CIIE), que incluyó 764 artículos como muñecas de alpaca y artesanías de cerámica.
La próxima fase: el tren transcontinental
Si el puerto de Chancay es la llave de entrada, el ferrocarril transcontinental que lo conectará con Brasil es el brazo que extiende la influencia china al corazón sudamericano. Este proyecto, una iniciativa valorada en 50,000 millones de dólares financiada por inversión china, es descrito como una audaz iniciativa de futuro diseñada para conectar el puerto de Chancay con puertos brasileños en Bahía.
El objetivo es tan simple como revolucionario: reducir la ruta de exportación a China en 10,000 kilómetros, evitando la congestionada ruta del Canal de Panamá a través de corredores más directos. Para Brasil, una potencia continental con una necesidad imperiosa de sistemas de transporte rápidos y eficientes, el tren ofrece una alternativa ecológica y rentable. Por ejemplo, se proyecta que el Ferrocarril de Integración Oeste-Este (FIOL) en Brasil, parte de este ecosistema logístico, tendrá una capacidad inicial de transporte de 18 millones de toneladas anuales, con una proyección de 50 millones de toneladas en una década.
Según informes, solo en enero y junio de este año, la Aduana del puerto de Waigaoqiao en Shanghái supervisó la exportación de cerca de 3,400 automóviles domésticos con destino al puerto de Chancay, una muestra del flujo que podría multiplicarse con el ferrocarril.
Una estrategia con rostro amable y cálculo estratégico
El discurso oficial chino enfatiza el desarrollo sostenible y la cooperación sur-sur. Se destaca que el transporte ferroviario emite hasta un 83% menos gases de efecto invernadero en comparación con el transporte por carretera, un argumento poderoso en la era del cambio climático. Las inversiones, canalizadas a través de mecanismos como el Fondo China-Brasil para la Expansión de la Capacidad Productiva, se enmarcan en el objetivo de “fomentar el comercio y el desarrollo en el Sur Global”, una meta central del BRICS.
Sin embargo, analistas internacionales ven una jugada geopolítica de mayor alcance. China está adquiriendo e invirtiendo en infraestructura crítica –puertos, ferrocarriles, redes energéticas– en Brasil, Perú, Chile y Argentina. El desarrollo de puertos en ambas costas de Sudamérica podría crear rutas comerciales alternativas que bypassen el Canal de Panamá, un activo estratégico tradicionalmente bajo esfera de influencia occidental. Este control sobre los nodos logísticos clave otorga a China una palanca geopolítica significativa en un momento de disputa por la influencia global.
Desafíos en el Horizonte
El camino del ferrocarril bioceánico no está exento de obstáculos. La coordinación trilateral entre Brasil, Perú y China requiere de una planificación logística que satisfaga los intereses, a veces divergentes, de cada país. Además, los problemas medioambientales son una preocupación significativa, dado que las rutas iniciales planteaban el cruce por la Amazonía y territorios indígenas, lo que podría causar severos daños a biomas protegidos y alterar el modo de vida de comunidades locales. Un trayecto revisado, que pasa por Acre y Tocantins, intenta mitigar estos impactos, pero la complejidad persiste.
A pesar de estos retos, la visión es clara. China no está simplemente construyendo un puerto o una línea de tren; está tejiendo una red de infraestructura integrada diseñada para atar económicamente a Sudamérica a su propia órbita de crecimiento. Al ofrecer una solución tangible a los cuellos de botella logísticos de la región, Beijing consolida su presencia, genera dependencia y, en el proceso, reconfigura el centro de gravedad económico y político del continente.