Se está desarrollando en el subsuelo de Ciudad judicial uno de los juicios más importantes del año, donde llegaron imputadas 20 personas. Los funcionarios del Servicio Penitenciario están siendo juzgados por exacciones ilegales agravadas: concusión; comercialización de estupefacientes agravada por la participación de más de tres personas, realizada en un lugar de detención y cometida por funcionarios encargados de la guarda de presos; y asociación ilícita, todo ello en concurso real.
“Primavera, esperanza eterna: Rita Hayworth y la redención de Shawshank” es el título original de la notable novela del escritor Stephen King, publicada en 1982. Allí su protagonista Andy Dufresne, acusado de asesinar a su esposa y al amante de esta, es condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas en la prisión de Shawshank. Andy traba amistad con “Red”, el que consigue cosas dentro de la prisión. Andy le pide solo dos cosas: un pequeño martillo y un póster de Rita Hayworth. Cuando esta obra fue adaptada para el cine se convirtió en un éxito mundial y se acentuó la leyenda universal de que dentro de las cárceles existe un universo paralelo donde todo puede comercializarse.
Quizás en la unidad penal de Villa Las Rosas un poster de Rita Hayworth no sea muy necesario para tapar un túnel en la pared, pero si “ahí adentro podés comprar de todo: pasta, marihuana, carne, comida, conducta y concepto”, tal como declaró un reo ante el tribunal conformado por los jueces Federico Diez (presidente), Paola Marocco y Javier Aranibar (interino), vocales de la Sala VII del Tribunal de Juicio.
Esto no es nuevo, es una verdad universal aunque al procurador general de la provincia, García Castiella le preocupe tanto la problemática que él mismo forma parte de la unidad fiscal que tomó la determinación de enfrentar lo que se configura como una matriz de corrupción. Una verdadera organización narcocriminal que opera muros adentro con la misma libertad que lo hace en la frontera y en las localidades del norte de la provincia de Salta, donde el tráfico de drogas y las bandas criminales atraviesan todo el contexto social.
Drogas al menudeo
En una de las rondas de testigos, la madre de un exinterno, hizo referencia a las numerosas transferencias de dinero que su hijo le solicitó que hiciera mientras estuvo detenido. Dijo que esto ocurrió durante seis meses, hasta noviembre de 2023. Manifestó que, al principio, su hijo le decía que el dinero era para poder trabajar con artesanías. Después los montos fueron incrementándose y ella comenzó a dudar. Habló con él y le confesó que estaba consumiendo marihuana y que tenía deudas. Contó que el joven le pasaba números de CBU de diferentes cuentas. Los titulares a veces eran mujeres, a veces hombres. Manifestó que ella optó por pagar porque temía por la seguridad de su hijo.
Otro exinterno contó que comenzó a consumir drogas en el penal y que conseguirlas es sencillo: “Le preguntás a cualquier interno y te consigue”. Explicó que pagaba pidiéndole a su madre que transfiriera el dinero a los alias que le pasaban, diciéndole que era para comprar madera o comida.
Celulares también
La madre de un interno del penal precisó que al momento de los hechos, en 2023, su hijo le pidió que le hiciera llegar un celular a través de un guardiacárcel. Recordó que el efectivo la llamó y la citó en la terminal, donde le entregó el teléfono y una suma de dinero. Ese monto era lo que el afectivo exigía para entrar el teléfono al penal. La testigo precisó que el sujeto vestía el uniforme del Servicio Penitenciario y que nunca le dijo su nombre.
Aseguró que su hijo recibió el celular pero a los siete días se lo quitaron en un allanamiento. Dijo que le hizo una segunda entrega al mismo guardiacárcel: celular, cargador y dinero. En esa ocasión el funcionario estaba vestido de civil.
Protección incluso para el hijo de un famoso
La situación de Lautaro Teruel en confinamiento desde que fue condenado por abuso sexual, quien redacta la presente nota ya la conocía, con las coimas por protección incluida, pero al no ser autorizado por la fuente que confió esta información no se hizo público desde MUY CRITICO.
Llegar con un delito referente a la integridad sexual es boleto de ida al infierno y lamentablemente para quienes purgan esas penas, un ataque con características sodomitas es algo que ocurrirá en cualquier momento, por lo que Lautaro Teruel era sabido que sería presa de las personas infrahumanas que cursan sentencias por los mismos delitos.
Ante esto el hermano del condenado declaró como testigo brindando detalles del padecimiento sufrido desde hace seis años. Primero en la Alcaidía, luego estuvo con modalidad domiciliaria y, tras ser condenado en juicio, en la Unidad Carcelaria 1. Sostuvo que dentro del penal, su hermano comenzó a recibir amenazas y la familia también, a través de las redes sociales. Contó que al joven penado le gritaban cosas en el patio y lo hostigaban. Esto ocurrió durante el 2023.
“Había que entregar una suma de dinero para que lo cuidaran”
Expresó que la situación era desesperante y por eso a él se le ocurrió pedirle ayuda a un amigo del barrio, muy cercano, quien también tenía un hermano alojado en la cárcel. A través de ellos la familia accedió a uno de los efectivos del Servicio Penitenciario (actualmente imputado). El testigo dijo que optó por recurrir a esta vía porque ya no tenían confianza en la legal.
Señaló que a partir de ese momento a su hermano dejaron de hostigarlo y que él decidió hacerle llegar dinero en “agradecimiento” a quienes estaban “cuidándolo” dentro del penal. Fue a modo de “propina”, aclaró. Con ese fin le entregó a su amigo dos sumas en efectivo y también le hizo una transferencia. Dijo que él supone que el dinero llegó al destinatario porque la situación de su hermano dentro de la unidad carcelaria cambió y el hostigamiento cesó.
Sabía que a la persona que lo protegía le decían “Chato” y que era un funcionario del Servicio Penitenciario. A través de él –con su amigo del barrio como intermediario- se enteraban si su hermano había recibido la medicación que tomaba o si le habían hecho las curaciones por una infección que tenía en el pie, entre otras cosas.
Delibery de comida (con drogas)
En su testimonio, la jefa del Sector Atención al Ciudadano sostuvo que es habitual que el personal del penal solicite delivery de comida; dijo no recordar el ingreso de las cajas de pizzas, aunque sí reconoció ser ella la que en el video observaba el episodio.
Consultada sobre si los internos pueden pedir delivery, lo negó, y agregó que tampoco los cadetes pueden llevar comida para un interno. Recordó que hubo un caso en el que se detectó el ingreso de drogas ocultas en alimentos.
También indicó que es habitual que los funcionarios ingresen alimentos —incluso carne cruda—, y que siempre lo hacen con autorización verbal de un superior. Aclaró que dispone de un listado de elementos permitidos, pero que no podía dar más precisiones porque no leyó el Reglamento de Requisa del Servicio Penitenciario.
En una de las grabaciones de la Unidad Carcelaria 1 se observa a un efectivo del Servicio Penitenciario ingresar tres cajas de pizza por la oficina de Atención al Ciudadano. Las imágenes siguientes lo muestran en la sección Alcaldía, sin pasar las cajas por el scanner. Luego desaparece de la cámara en un punto ciego durante 20 segundos; al reaparecer, pasa las cajas por el scanner y recorre pasillos internos del penal hasta llegar al pabellón K, donde ingresa a una oficina con el cartel “Jefatura”. Allí, un interno entra con una bolsa. Minutos después, se suma un jefe de pabellón. Permanece con ellos unos 22 minutos y luego se observa al interno salir con una bolsa blanca que contenía una caja de pizza.
En cuanto al contenido de los celulares secuestrados en los allanamientos, el analista mostró fotografías encontradas en la galería de uno de los dos teléfonos incautados, madre de un interno. En las imágenes se observó una transferencia por $40.000, sustancias estupefacientes, una balanza y capturas de una conversación de WhatsApp en la que se hablaba de drogas.
Castigo y escarmientos
En otro tramo de las declaraciones se escuchó un testimonio que decía: “Muchísimas veces realicé transferencias para comprarle al ‘Gordo’ comida, celulares y drogas. Ahí adentro podés comprar de todo: pasta, marihuana, carne, comida, conducta y concepto”.
Ese testigo relató que vio personalmente a un jefe de pabellón entregar un celular a un interno y que, hace varios años, un familiar suyo pagó $15.000 a uno de los acusados para que ingresara otro.
El testigo pidió no volver a la Unidad Carcelaria 1 por temor. Denunció que, tras declarar en la UDEC en enero de 2024 y regresar al penal fue golpeado y el jefe de Seguridad Interna lo castigó con 60 días de aislamiento por hablar en contra del Servicio Penitenciario.
Depósito de gente
Lamentablemente el régimen carcelario en Salta sigue siendo considerado para la sociedad una cuestión de castigo y no de reinserción. Pocos son aquellos que creen que el penado solo tiene que pagar su deuda con la sociedad con la supresión de la libertad.
Para la mayoría de quienes componen el tejido social el tema de las penas en prisión son parte de la basura a la que se debe arrinconar lo más lejos posible. Por ello es que ninguna ciudad en el mundo tiene a los manicomios, los cementerios y las cárceles en el centro, sino cuanto más alejados mejor.
La locura, la muerte y la prisión deben estar lo más lejos posible de “la gente de bien”, o al menos los que se consideran dentro de ese conjunto, donde la delincuencia y las adicciones tienen significancia pero en otros niveles socioculturales dentro de ese universo que tan bien define Michel Foucault en una de sus obras más importantes, “Vigilar y castigar”.
Para pesar de la unidad fiscal que trabaja en este debate oral y público donde se ventila un drama social muros adentro, no es más que una parte cultural de la sociedad salteña que funciona igual que cualquiera donde el arraigo al castigo como venganza parece ser la única opción válida; donde la búsqueda de la justicia se diluye en lo más básico del ser humano en su instinto.
“Que se pudra en la cárcel”, es el deseo más fervoroso de quienes componen una sociedad enferma y violenta que lo menos que quiere es ver a un delincuente de vuelta en las calles aunque haya cumplido su pena, ni hablar de un asesino o violador.
Por ello es que la misma naturaleza humana subyuga sobre la base de esos delitos en una forma de castigo, que devuelve estos “universos paralelos” donde los códigos no son los mismos que los aceptados por todos y consagrados en normativas y reglas. Allí dentro, en ese depósito de gente cada quien sobrevive como puede, incluso comprando drogas y protección.