El mundo de la física perdió a uno de sus gigantes más discretos. Peter Higgs, el hombre que predijo la existencia de la partícula más buscada de la historia, no solo dejó un legado científico monumental, sino también una paradoja: cómo alguien que huía de los reflectores cambió para siempre nuestra comprensión del universo. Se enteró que había ganado el Nobel por un vecino que lo felicitó porque no atendía el teléfono de su casa a nadie. Ganó el premio Nobel de Física de 2013 y falleció a la edad de 94 años.
La mente brillante que odiaba ser el centro de atención. Eso era Higgs, era la antítesis del científico mediático, muy lejos de otros físicos brillantes que eran considerados super estrellas como Albert Einstein o Stephen Hawkin; Higgs era introvertido, de voz suave y con una conocida fobia a las multitudes.
Evitaba las entrevistas y las conferencias masivas. Su aversión a la fama llegó a tal punto que, cuando recibió la llamada anunciándole el Premio Nobel de Física en 2013, no contestó el teléfono. Estaba almorzando en un restaurante de Edimburgo, sin teléfono móvil y se enteró del galardón por un vecino que lo felicitó en la calle. Más tarde confesó que aquel día había salido a pasear para “evitar el alboroto”.
El bosón de Higgs: la “partícula maldita”
En 1964, Higgs postuló la existencia de una partícula fundamental que explicaría por qué la materia tiene masa. Su teoría, inicialmente ignorada, se convirtió en el Santo Grial de la física. Durante décadas, el bosón de Higgs fue llamado irónicamente “la partícula maldita” por lo difícil que resultaba detectarla. El juego de palabras con “la partícula de Dios” (acuñado por el físico Leon Lederman) añadió un halo místico a su búsqueda.
Finalmente, en 2012, el CERN confirmó su existencia tras colisiones en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC). Higgs, entonces con 83 años, lloró al escuchar la noticia. Curiosamente, él siempre prefirió llamarla “partícula escalar” para evitar protagonismo.
Premios y reconocimientos: el peso del mérito
Aunque rehuía los homenajes, su trabajo fue celebrado con los máximos honores:
Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica (2013)
Medalla Dirac (1997)
Premio Wolf en Física (2004)
Orden de Companions of Honour (2012), otorgada por la reina Isabel II.
El legado del hombre que no quería ser famoso
Higgs no solo resolvió un enigma cósmico, sino que desafió el estereotipo del genio egocéntrico. Sus colegas lo describían como “humilde hasta lo imposible”. Incluso tras el Nobel, siguió yendo en ómnibus a su oficina en la Universidad de Edimburgo, donde era profesor emérito.
Su teoría no solo completó el Modelo Estándar de la física de partículas, sino que abrió nuevas preguntas sobre la materia oscura y los límites del universo. Hoy, el bosón de Higgs sigue siendo clave para explorar lo desconocido.
Peter Higgs murió como vivió: sin ruido. Pero su impacto resonará por siglos. Como dijo el director del CERN: “Nos enseñó que el universo es más extraño de lo que imaginamos, y que los genios a veces son los que menos hablan”.