El sueño de toda una generación perteneciente a la vieja escuela y consumidores del comic argento más emblemático de todos los tiempos, se acaba de cumplir. La producción protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Bruno Stagnaro supera con creces todos los objetivos que se había trazado en pre producción y pone a la serie en la cima mundial de las preferencias y eleva a una merecida redención a su autor, Héctor Germán Oesterheld. ATENCION: NO CONTIENE SPOILER
MuyCritico – REPP (*)
La primera vez que vi EL ETERNAUTA plasmado en viñetas con encuadernación en portada de plástico, y en blanco y negro, fue a fines de la década de 1980. Debo confesar que ya venía con muchas “horas de vuelo” en lo que hace a experiencia de leer comic argento, por lo que contaba con las competencias suficientes como para darme cuenta que estaba frente a una obra de excepcionales características y maravillosas prestaciones.
Conocía a su dibujante, Francisco Solano López, de una historieta bélica titulada Águila Negra, que se podía disfrutar en Nippur Magnum, por cierto revista que consumía de forma voraz ya que tanto esa como las restantes que componían el universo de Editorial Columba formaban parte del paisaje habitual de la casa de mis padres y de mis tíos. Las leí todas.
Pero la obra de Héctor Germán Oesterheld, me voló la cabeza. Aun siendo que yo como todos los “X” de mi generación amábamos a Robin Wood y nadie estaba a su altura, aun así esta invasión extraterrestre a Buenos Aires estaba al nivel de cualquiera de las emblemáticos historias creadas por el guionista paraguayo, creador de clásicos como Dago, Nippur de Lagash y docenas más.
Con el correr de los años me parecía una utopía que al Hollywood paranoico de la Guerra Fría se le pudiera ocurrir gastar millones de dólares en una épica apocalíptica con estética porteña y la cancha de River tapada de nieve radiactiva de fondo. Pero soñar no cuesta nada y para cuando la directora salteña Lucrecia Martel amagó con decir que iba a llevar la obra de Oesterheld al cine, nos ilusionamos pero la cosa quedó en eso, en nada.
“Hay un fusilado que vive”
Después de todo una obra de 1957 con todo el contexto enloquecedor de la Revolución libertadora y la caída de Perón, había tenido otra manifestación cultural de notable valentía y valor periodístico, adelantada a su época que fue la génesis del genero Nuevo Periodismo.
Hablo de Operación Masacre, publicada ese mismo año de El Eternauta. Y vamos que fue Rodolfo Walsh el que inventó el género y no Truman Capote, porque comenzar diciendo “hay un fusilado que vive” es de un poder pocas veces visto en lo que hace a carácter inmersivo en el relato de los horrores de la persecución política y terminar muerto en un basural de José León Suarez.
Obvio que un guionista de Hollywood amigo de Humphrey Bogart que escribía en el New Yorker tenía muchas más posibilidades de llevarse el gato al agua, como dicen los españoles. Mucho más que un perseguido por la dictadura de los perversos Rojas y Aramburo, los infames fusiladores de aquella década nefasta para mi país.
Ergo, te llama a la reflexión y al asombro saber que en ese 1957 aparecieron dos obras cumbres de la literatura argentina y de dos mártires de los represores: Oesterheld y Walsh.
“Pizza, birra, faso”
Aunque hay un adherente para esta crónica absolutamente necesario para construir cualquier tipo de significancia que se le podría dar a tamaño logro cultural como el que por estas horas está reinando en el mundo del streaming.
No es otro que la aparición de la que para mí es la mejor película de la historia del cine argentino, aunque en mi corazón comparte el primer lugar de mi ranking personal con el querido Mono Gatica de Leonardo Fabio. En 1998 se produce un hecho bisagra que divide la historia del Cine en mi país. Se estrena “Pizza, birra, faso”, la monumental épica urbana de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano.
Nada volvería a ser lo mismo después de ver esa majestuosa joya del séptimo arte, porque caí en la cuenta de que Stagnaro estaba a la misma altura de directores como Robert Rodríguez o Alex de la Iglesia. Y qué casualidad que nombre al director de El día de la bestia, ya que en 2018 le dijo a Clarín: “Siempre he querido hacer El Eternauta. Sé que Lucrecia Martel no consiguió rodarla. Pero lo intentaré. Hablé con Ricardo Darín. Le pregunté si estaría dispuesto a trabajar en la película en caso de que yo la hiciera. Me contestó que sí. Algún día sorprenderemos con eso”.
Fue allí que Darín se quedó con el bichito atravesado en el gaznate y la mecha se encendió para que comenzara a tomar forma lo que muchos como yo, simples mortales consumidores enfermizos del mejor comic argento, comencemos a plantearnos que había muchos condimentos para que semejante obra de arte llegase a la plataforma más popular del mundo y desatara una fiebre que de seguro será adaptada en otros formatos, con otras peculiaridades y la capacidad de estos gigantes del entretenimiento para vender masivamente con tal de saciar las ansias de la fuerza de mercadeo.
(*) REPP: Redactado en primera persona