Cuando Bergoglio fue anunciado al mundo como el nuevo Papa el aparato propagandístico del propio gobierno argentino publicó el perverso artículo periodístico que lleva la firma de Fernando Cibeira, donde señala que “el alto prelado ha sido denunciado por complicidad con la dictadura militar”. Agregando que “mantuvo una relación conflictiva con los gobiernos kirchneristas”. Unos años después Cristina Kirchner se apareció por el Vaticano para sanear una imagen que se caía a pedazos. Recién en 2017, Verbitsky anunciaba su salida de Pagina 12, en un mensaje detallando que continuaría con “la difusión de sus trabajos sobre la historia política de la Iglesia Católica en la Argentina”.
La autocrítica nunca fue una particularidad que caracterizara a los gobiernos kirchneritas y menos a sus operadores. Los cuatro nefastos ejecutivos manejador por Néstor Kirchner, dos por Cristina Fernández y el ultimo por Alberto Fernández, siempre tuvieron una conflictiva relación con el periodismo, por lo que construyeron su propia prensa propagandística para la cual debieron comprar medios importantes como para poder enfrentar a lo que ellos consideraban como el enemigo a “vencer”, es decir a Héctor Magnetto –CEO del Grupo Clarín– a quien en sus enanismos mentales veían como el demonio.
Para ello compraron canales de televisión como C5N, además de pagarle con dinero del Estado a patotas de pseudo periodistas para formar “grupos de tareas” del pensamiento y perseguir al que pensara diferente. También sumaron al sector artístico, por ejemplo con el actor Pablo Echarri y el músico Fito Páez, entre tantos edecanes obedientes al poder de turno.
Desde el canal del Estado con el infame 678 y unos cuantos productos paupérrimos más que quedaron en el olvido de las deplorables décadas “K”. Todos salidos de la productora de Diego Gvirtz, a la que en 2015 Cristóbal López compró por 2 millones de dolares.
Tal como describía Clarín en su momento, Cristóbal López le había prometido a su amigo Néstor Kirchner que iba a “cuidar” a Cristina y a sus hijos. Ese es el límite para cualquier periodista que trabaje en sus medios. Y, para ese fin, al empresario kirchnerista del juego y el petróleo le sirve tener un muy buen archivo, actualizado, que permita defender a los aliados y hostigar a sus adversarios.
Pero sin dudas la nave insignia que compraron y convirtieron en el principal gueto para atacar sin piedad al enemigo, fue desde siempre Pagina 12, al comando del ex montonero Horacio Verbitsky, perteneciente a la emblemática banda terrorista que en los años 70 protagonizó violentos secuestros y asesinatos en nombre de la “causa peronista”.
Ese 14 de marzo de 2013, mientras reinaba Cristina Fernández con una impunidad jamás vista en la Argentina aparecía esa infame tapa con el título: “¡Dios mío!”, opereta precedida por un sinfín de carpetazos ordenados por Néstor Kirchner desde que Jorge Bergoglio lo señaló como el corrupto que había participado junto a su esposa de la venta de los terrenos del Calafate en enero de 2006 por apenas 7,50 pesos el metro cuadrado, cuando el precio real era de entre los 30 y los 120 pesos de la época.
El expediente 0030/06 del Registro Municipal con fecha 3 de enero de 2006, autoriza la venta a favor de Néstor Carlos Kirchner de 20.000,33 metros cuadrados ubicados en la manzana 820 “al precio de pesos siete con cincuenta ($7,50) el metro cuadrado, con destino a comercio”.
Esta maniobra convirtió a Néstor Kirchner en millonario de la noche a la mañana y al ser señalado por Bergoglio, de inmediato lo tildó como “El jefe espiritual de la oposición” y obvio se la haría pagar caro.

Operación “conclave” anti-Bergoglio
Para ese momento el diario Le Monde colocó al cardenal argentino en una lista de cinco candidatos papables. La hipótesis preocupó tanto a Néstor que si se convertía en Papa, sus críticas al gobierno alcanzarían una dimensión mundial.
Había que frenar como sea su frenética carrera hacia el Vaticano, ya que su imagen de religioso combativo era lo que los cardenales buscaban para frenar la ingente corrupción de lavado de dinero en el Banco del Vaticano y el desmadre que producía cada aparición de pedófilos en la Iglesia en el país que fuere. Mientras Néstor Kirchner en una carrera contra el tiempo prefería consolidar la “leyenda negra” por su supuesta actuación en la dictadura para transmitir la idea de que sería un “escándalo mundial” para la Iglesia si lo elegían.
La maquinaria propagandística “K” comenzaba impiadosamente a operar a Bergoglio en sintonía con artículos que había comenzado a publicar Página 12 a cargo de Horacio Verbitsky, en las que se sembraban dudas sobre la presunta complicidad del ex Provincial jesuita con la dictadura en el secuestro de los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Yorio.
La imagen negativa que creaban sobre Bergoglio resultaba útil a su círculo de enemigos que tenían peso en la curia romana. Con una logística eclesiástica aceitada, los puntos salientes de las “acusaciones” llegaron a los correos electrónicos personales de los cardenales y de las congregaciones de la Santa Sede.
Sin escatimar recursos y con la intención de hacer caer la candidatura de Bergoglio, el gobierno de Néstor sumo a las denuncias periodísticas que llegaron al correo de los cardenales, la denuncia judicial.
La presentación llegó a los tribunales federales argentinos el viernes 15 de abril de 2005, cuando la Capilla Sixtina ya estaba preparada para la fumata. Requería a la justicia que se investigara en el marco de la causa ESMA la responsabilidad penal que “pudiera caberle” a Bergoglio en la “privación ilegítima de la libertad” de Yorio y Jalics. La denuncia, presentada por el abogado Marcelo Parrilli, se basaba en las notas de Verbitsky en Página 12 y acompañaba como “prueba documental” dos de ellas.

Los jueces de la causa ESMA tomarían declaración a Bergoglio como testigo en el Arzobispado el 8 de noviembre de 2010. Tres años después, cuando se condenó a los marinos por el secuestro de Yorio y Jalics, Bergoglio no fue imputado. El juez Germán Castelli afirmó: “Es totalmente falso decir que Jorge Bergoglio entregó a esos sacerdotes. Lo analizamos, escuchamos esa versión, vimos las evidencias y entendimos que su actuación no tuvo implicancias jurídicas en estos casos. Sino, lo hubiésemos denunciado”. Pero el daño ya estaba hecho, le habían empiojado su camino al papado, lo que dejó a Joseph Ratzinger como Benedicto XVI al frente de una iglesia desvencijada y en decadencia.
La imperdonable campaña de demonización en medio de un hecho histórico
“El cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio, es el nuevo Papa, el primero que no es europeo y que viene de América latina. El alto prelado ha sido denunciado por complicidad con la dictadura militar, mantuvo una relación conflictiva con los gobiernos kirchneristas y fue un tenaz opositor del matrimonio igualitario y las políticas de educación sexual y salud reproductiva”, rezaba la venenosa bajada de la nota que preludiaba una operación de prensa similar a la del día siguiente en que mandaron a matar al fiscal Alberto Nisman, solo dos años después.
La nota –aun disponible en la versión digital– lleva la firma de Fernando Cibeira, a quien el portal ultra “K”, El Destape, lo presenta como quien “trabaja como periodista desde hace 30 años. Luego de recibirse en la escuela de periodismo TEA, comenzó como colaborador en la revista Somos”. Cabe recordarle a las nuevas generaciones que la Revista Somos tras el Mundial 78, mostraba tapas triunfantes con el dictador Jorge Videla gritando los goles de Kempes en la final.
Ergo, la destilería de veneno no se limitaría solo a la perversa tapa clamando por Dios. Otra nota firmada por el mismo Verbitsky proveniente de un título en portada que rezaba “Iglesia y dictadura”, consignaba en su bajada que “la actitud de Jorge Bergoglio durante la dictadura surge de testimonios de los sacerdotes secuestrados y de los otros protagonistas, así como de documentos oficiales y de la Iglesia, y no como parte de una campaña anticlerical, como afirmó el vocero del Vaticano”.

Como bien dicta el postulado del ministro de propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbels, “Cuanto más grande la mentira, más gente se la creerá”, Verbitsky nunca dejó de difamar y mentir a niveles difamatorios que van más allá de una simple opinión periodística. Mientras una manada de canallas seguían aplaudiendo al ritmo de una emisión monetaria que llevaría al país al peor índice inflacionario de toda su historia.
Reconciliación con una caradura
Cuando Cristina Kirchner, hoy doblemente condenada y a la espera de que una candidatura a diputada provincial la salve del ostracismo, entendió por entonces que tenía que ir a visitar al hombre al que su marido y el canalla de Verbitsky habían difamado con la inconfesa idea de impedir que llegase a ser Papa, lo visitó el 18 de marzo de 2013.
Jamás se le ocurrió plantearse mientras gobernó la Argentina por 8 años ininterrumpidos que por obra y gracia de la cantidad de operaciones totalmente falsas que su marido junto al miserable de Verbitsky, pergeñaron desde el aparato estatal, Argentina jamás hubiera tenido un Papa.
De hecho, Néstor Kirchner en su enceguecido combate con uno de sus más acérrimos enemigos estuvo a punto de impedirle a la Argentina acceder a un hecho histórico; además de privar al Vaticano de contar con un representante que rompió con el estatus quo y reconcilió a millones de católicos en el mundo con una Iglesia que había perdido su credibilidad.
En 2017 Horacio Verbitsky anunció que dejaría de escribir su columna habitual en Página 12 para dedicarse a preparar dos libros y que se abocará a “la difusión de sus trabajos sobre la historia política de la Iglesia Católica en la Argentina”.
En cuanto a Cristina Kirchner, finalmente comprendió que debía suavizar la relación con Francisco, cuando iniciaría un tour que tendría 7 visitas en total, iniciando el 28 de julio de 2013, el 17 de marzo del mismo año y el 19 de septiembre de 2014, cuando lo visitaría en la residencia vaticana de Santa Marta.
Allí, con la farsante mueca de quien no siente la más mínima culpa por el daño producido bromeó con el protocolo papal y si podía tocarlo. Estaba frente al argentino más importante de la historia.