DE “PADRE ESPIRITUAL DE LA OPOSICIÓN” A “PAPA CAMPORISTA”

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La compleja y ambivalente relación de Fráncico con la política atravesó su papado, al menos para gran parte de los argentinos, quienes jamás le perdonarán el hecho de no haber regresado a su país siendo papa. Los carpetazos de Néstor cuando lo “pegó” a Macri, siendo arzobispo de Buenos Aires; las críticas a la corrupción K y luego el “romance” con Cristina son algunos de los puntos inentendibles de un papa que se animó a enfrentar la corrupción del Vaticano y a limpiar la iglesia de pedófilos, llegando a niveles de popularidad estratosféricos. Fotomontage: Perfil

Las idas y vueltas de Jorge Bergoglio con los personajes de la política argentina tienen un dejo de inexplicables actitudes. Las mismas que mostró desde su paso por el arzobispado de Buenos Aires, hasta llegar al Vaticano, como el elegido por los cardenales para frenar la corrupción que allí reinaba; como así también limpiar el manchado nombre del catolicismo a nivel mundial por obra de los curas pedófilos que fueron denunciados en un centenar de casos, desatando un escándalo mundial.

La misión de Bergoglio aquella noche que pidió que rezaran por él fue principalmente ir por los corruptos del banco del Vaticano y poner orden; tanto como limpiar de pedófilos la Iglesia en los niveles en los que había que aplicar mano dura; y por ultimo bajarle un poco el tono a esa iglesia tapada de oro “hasta el techo”, como alguna vez denunció el mismo Maradona. Además de darle un manto de piedad a los fieles mediante un acercamiento más progresista, con mucha humanidad y sobre todo más humildad a la Iglesia Católica, por ello la elección del nombre “Francisco”.

Pero mucho más abajo geográficamente, más “cerca del fin del mundo”, como él mismo se ubicaba en el mapa, sus propios compatriotas enardecidos con sus denuncias hacia la corrupción, lo sometieron a infames carpetazos cuando su nombre ya sonaba para reemplazar a Ratzinger, ​en ese momento Benedicto XVI. Puntualmente el impiadoso de Néstor Kirchner mandó a sus infames edecanes de la Casa Rosada a “empiojarle” la votación y acusarlo de que había señalado a sacerdotes durante la dictadura.

Una infamia típica de un corrupto déspota que no dejaba en pie a nadie que se interpusiera en su camino. Afortunadamente Bergoglio terminó siendo papa y esta perversa crónica puede comprenderse por ejemplo en innumerables manifestaciones audiovisuales, documentales y la miniserie emitida por History Channel basada en el “El Jesuita”, la única biografía autorizada por el mismo papa. Paradójicamente Bergoglio ayudó a escapar a varios curas de la dictadura, ocultándolos para que los militares no los hicieran desaparecer o los arrojaran al mar.

Puntuablemente el desencuentro con Néstor fue tras las acusaciones de Bergolglio por los terrenos del Calafate, cuando en su homilía le recordó lo corrupto que había sido al realizar aquella maniobra, que a la postre no sería nada comparado con todo lo que vendría después, con una corrupción inimaginable, la cual tuvo sobrepresios sobre la obra pública y todo lo que después veríamos en los aciagos años en que Néstor y luego Cristina, quienes destruyeron a Argentina y su economía.

Aunque Cristina entendió que ese Bergoglio que acusaba a su marido cada domingo ya no era el mismo. Había pasado a ser el Papa Francisco, probablemente el argentino más importante de la historia, por lo que jugó con esa imagen y lo visitó varias veces en la Santa sede. Por allí desfilaron los patéticos personajes de La Campara a sacarse fotos con la principal figura de la Iglesia y que para ese momento podría incluso lavar la imagen de la misma Milagro Sala, la patotera que hizo un estado paralelo en Jujuy con recursos millonarios que le enviaba Cristina de la caja de Nación.

En esa sintonía la relación con Macri se tornó más tensa. De hecho cuando fue presidente solo lo recibió 14 minutos y las caras en la foto lo dicen todo. Allí fue cuando se entendió más que nunca que el papa ya no volvería a la Argentina.

El kirchnerismo sacó su mejor tajada de eso y pasaron a contar con un aliado de poder mundial. Lejos quedaron los días de Bergoglio como arzobispo “macrista”, según las acusaciones de Néstor y para cuando Jorge Lanata liderando la audiencia desde Radio Mitre lo tildó de “papa camporista”, Francisco seguía recibiendo a personajes de la calaña de Grabois o Moreno.

Obvio que de esos desencuentros domésticos los cardenales ni siquiera tenían el más mínimo interés, ya que la corruptela en el Banco del Vaticano, lavando océanos de dinero sucio y la ingente cantidad de pedófilos eran asuntos mucho más prioritarios.

Así se fueron consumiendo los años de Francisco como papa. Con una popularidad que crecía cada vez más y con un carisma en un líder religioso nunca visto.

Su desenfado al acercarse a la gente enloquecía a la seguridad que lo custodiaba, su elección de un autito de media gama para desplazarse desde la Santa sede por la ciudad y el hecho de hablar de “una iglesia para todos”, preocupado por la criminalización de la homosexualidad, donde hay pena de muerte en más de 10 países –dato apuntado por él mismo en una entrevista con el empresario de medios, Daniel Adad– fueron los ejes de su administración papal que elevaron su imagen por las nubes.