ZOMBIS EN CIUDAD DEL MILAGRO

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Con frecuencia suele verse jóvenes marginales víctimas de una fuerte adicción en los pasillos de ese barrio ubicado en zona norte de la ciudad de Salta. El consumo de sustancias entre adolescentes ha aumentado en los últimos años, especialmente en el caso de la marihuana, “paraguayos”, pasta base, alcohol y pastillas; aunque el “zombie” de la fotografía que ilustra la presente nota es un joven en apariencia de entre 20 y 30 años. ¿Por qué la sociedad y el Estado han decidido ignorar a estos verdaderos “despojos humanos”?

La problemática es altamente compleja como para abordarla con liviandad y menos aún criminalizarla. Lo que queda claro es que este tipo de “zombis” son cada vez más y pululan por los vecindarios con la cotidianidad de una película de terror de la década de 1980, cuando se los veían en la ficción que incluso llegó a mezclarse con la comedia. Pero aquí no hay nada de que divertirse porque lo que se ve constituye un verdadero drama social, donde instituciones como la familia han desaparecido por completo.

Es lo que Zygmunt Bauman, en su libro Modernidad Líquida plantea como un concepto perturbador al que individualiza justamente como las “instituciones zombis”. Bauman utiliza esta metáfora para describir aquellas instituciones sociales que, a pesar de seguir existiendo, han perdido su vitalidad y su capacidad para cumplir las funciones para las que fueron creadas. Son como cadáveres ambulantes, que siguen ocupando un espacio pero sin ofrecer una verdadera utilidad.

Paradójicamente un concepto se fagocita con el otro. Un zombi atiborrado de pasta base al que comúnmente se los señala peyorativamente como “pipero”, no es más que la exacta comparación con la disolución de la familia tradicional. En la modernidad líquida, la familia nuclear ya no es el modelo dominante. Las relaciones familiares se han vuelto más fluidas y diversas, y la familia tradicional ha perdido su carácter obligatorio y su función como principal unidad social.

Sumarle a eso el choque social y cultural en el que estamos imbuidos desde que los gobiernos de las últimas dos décadas que decían ser “socialista” o peor aún, “progresistas”, han dejado que estos sujetos no llegaran a completar una educación básica en niveles primarios y menos secundarios. Devolviéndolos al tejido social como verdaderos analfabetos funcionales que no pueden comprender ni siquiera un texto literario o resolver un problema matemático.

Este es el pasillo donde fue fotografiado el zombi esta a metros de la UNIVERSIDAD DE SALTA. Estos pasajes para el control de gabinetes de gas se han convertido en un verdadero coto de caza para los adictos de los barrios de zona norte de la ciudad de Salta

Los partidos políticos tradicionales han perdido su capacidad para representar los intereses de grandes grupos de la población. Los ciudadanos se sienten cada vez más desconectados de la política y buscan nuevas formas de participación. Aun a duras penas los que algún interés puedan llegar a mostrar con la voluntad de capacitarse; pero aquellos que han transcurrido los últimos 20 años en una Argentina donde ha reinado el más recalcitrante populismo, es muy difícil remontar semejante abandono por parte de Estado al que solo le ha interesado alimentar una maquinaria propagandística a la que le convenía lidiar con brutos y zombis.

Justamente este tipo de zombis, jóvenes que han perdido todo el interés por lo que ocurra alrededor de ellos, sin contar con las competencias mínimas como para preguntarse “¿qué están haciendo lo líderes políticos con el dinero del pueblo?”

Por cierto podría servirles para una asistencia sanitaria que al menos pueda curarlos de consumir ese veneno que les ha quemado los pocos sesos que tenían. Porque es justo decir que un catedrático no va a surgir de estos seres absolutamente idiotizados.

Lamentablemente al ver cuadros como estos es evidente que no existen políticas de prevención y tratamiento de las adicciones en Salta. Este de la fotografía que acompaña la presente nota no es un caso aislado ni una anomalía, es parte de un cuadro que se va naturalizando con la velocidad con que esa basura les llega a la escasa materia gris que les queda y se les riega en el torrente sanguíneo que sin dudas esta tan podrido como sus futuros.

Solo cabe preguntarse dónde están los familiares, amigos y seres cercanos de este zombi, quien pulula por los pasillos de Ciudad del Milagro al resguardo de matorrales y maleza para esconderse de una sociedad a la que paradójicamente ni le importa su suerte.