En 1996, PepsiCo lanzó una campaña conocida como los “Puntos Pepsi”, donde se podían canjear por remeras, lentes y otras baratijas, pero en uno de los comerciales prometían regalar un jet Harrier por 7 millones de puntos. Por increíble que resulte un joven envió un cheque por el valor de los puntos y terminó demandando a la compañía ya que no cumplieron con lo prometieron. El documental se titula “Pepsi, ¿dónde está mi avión?” y está disponible en Netflix

El hecho sentó precedente en la Justicia americana y PepsiCo debió afrontar una demanda por publicidad engañosa por obra y gracia de un comercial mal hecho. Resulta que los creativos habían estado emulando a los viejos catálogos de marcas que ofrecían regalos que jamas nadie podía obtener.

Uno de los creadores de la publicidad que prometía entregar un jet de combate de 32 millones de dólares, relata en el documental de Netflix cómo surgió la idea. “Habíamos visto en unos catálogos de una compañía que regalaba de toda clase de cosas pero que en la última página ofrecían un submarino para dos personas”, indica el empleado de Pepsi. “Nos parecía atractivo”, detalló por lo que decidieron hacer algo similar.

Por ejemplo podrían obtener una camiseta con el logo de Pepsi por 75 puntos, una casaca de cuero por 1450 puntos y 175 por unos lentes de sol. Pero de pronto aparece un Harrier llegando a una escuela, del cual desciende un adolescente y abajo se veía la leyenda de que se lo podía canjear por 7 millones de “Puntos Pepsi”.

John Leonard, quien apenas tenía 21 años, ve la oportunidad ya que no tenía letra chica ni otro cartel que detallara alguna dificultad para obtener el Harrier, más que los puntos allí mencionados. De inmediato llamó a un amigo, un empresario aventurero que se dedicaba a escalar montañas y a tomar riesgos. Ambos se abocan a la tarea de conseguir los puntos y ganar el jet.

Por increíble que parezca y ante todas las adversidades planteadas ya que era imposible compra tantas latas de gaseosas, descubren que los puntos también se podían comprar como un activo y es lo que hicieron, enviaron un cheque por el valor de los puntos y reclamaron el premio.

La historia llegó a los titulares de los diarios y la televisión se hizo un festín con la ocurrencia, por lo que un batallón de abogados de Pepsi decidieron negociar con John Leonard y su amigo el inversionista, Todd Hoffman; más un abogado que se sumó a la cruzada.

Lo interesante de la historia es que sentó un precedente en la jurisprudencia de ese país y produjo la metáfora entre David y Goliat, en aquello de que un gigante de la industria de los bebidas terminó litigando por un comercial pesimamente hecho, lo que desnudó la miserable toma de posición de empresarios que no cumplieron con lo que prometieron y que incluso tuvieron la mala intención de argumentar que todo se trataba de una broma.