“Soy BTK, dijo y luego habló horas y horas de sus crímenes, estaba orgulloso de lo que había hecho”, relató el policía que participó del arresto de uno de los más feroces e infames asesinos seriales de la historia criminal de los EE. UU. Dennis Rader se burló de las autoridades por décadas hasta que se “chocó” contra la tecnología por culpa de un simple disquete. Sus crímenes son explorados en las series de Netflix, “Cazar asesinos” y “Mindhunter”
Eran delicados, incomodos y casi descartables ya que su exposición a la suciedad y los campos magnéticos externos los dejaban inutilizados y por obra del desgaste dejaban de funcionar. Sin embargo uno de ellos fue clave para atrapar a Denis Rider, el asesino serial más conocido como “BTK”, por las siglas en ingles de “atar, torturar y matar”.
Entre 1974 y 1991, BTK mató a diez personas en Wichita, Kansas, Estados Unidos. Diez cuerpos, dos imitadores y varias decenas de cartas llenas de detalles escabrosos. Después simplemente desapareció hasta 2004, cuando decidió regresar y seguir burlándose de la policía. Esta vez dejó como respaldo de sus tropelías un disquete, fue su perdición.
Los disquetes de 3½ pulgadas aparecieron en 1984. Aquella tecnología casi “primitiva” para lo que luego vendría fue la clave para atrapar a uno de los asesinos seriales más crueles y escurridizos de la historia criminal de su país. “Me cuesta controlarme. Cuando este monstruo entra en mi cerebro, no sé. Quizá ustedes puedan pararlo. Yo no puedo. Él ya ha escogido a su próxima víctima”, le dijo a Channel 10 de Wichita, una vez.
Pero ¿cómo es que uno de los asesinos seriales más inteligentes que existió cayó por un disquete? se llama “cambio generacional” y lo sufren permanentemente aquellos que vivieron su adultez en los años 70 y 80, y la tecnología los agarró desprevenidos en la madurez de sus existencias. Le pasó nada más ni nada menos que a BTK, quien se mofó de quienes lo estuvieron investigando durante todo su primer periodo de crímenes. El último asesinato de esa etapa fue en 1991.
Regreso y error fatal
En marzo de 2004 apareció una carta que reivindicaba el asesinato de Vicki Wegerle, cometido el 16 de septiembre de 1986. La misiva estaba acompañada de fotografías de la escena del crimen y hasta una fotocopia de su carnet de conducir.
El 16 de febrero de 2005 envió el disquete tras varias cartas en las que sus burlas iban en aumento contra los detectives, ya que jamás habían estado ni cerca de atraparlo. Si bien el disquete podría haber sido irrastreable, el error puntualmente estuvo enfocado en el descubrimiento que hizo la Policía al encontrar un fichero de Microsoft Word borrado en el disco. Allí, en los metadatos, encontraron dos cosas: el último usuario en modificarlo había sido “Dennis” y la licencia parecía ser de una iglesia luterana.
Cuando lo buscaron en Internet encontraron a un tal “Dennis Rader”, presidente del consejo local de la iglesia luterana y propietario de un Jeep Cherokee negro. Esto último era lo único con lo que contaba la policía hasta ese momento, pero en Wichita había muchas de estas camionetas.
Solo faltaba la prueba final y era el ADN, por cierto, tecnología con la que no contaba la Ciencia forense en los 70 pero si a partir de 1986. Resultó que había una muestra de ADN que la hija del asesino había dejado en la clínica de la Universidad de Kansas donde estudiaba. Pidieron una orden para poder compararla con el ADN de las uñas de una de sus víctimas, paradojicamente Vicki Wegerle, asesinada el 16 de septiembre de 1986. La primera de las víctimas de BTK en tiempos de ADN. La coincidencia fue exacta.
Así fue como un simple disquete fue la perdición para un astuto asesino en serie que se burló de las autoridades durante tres décadas.