“Quería darle el tono dramático que necesitaba la canción”, dijo el Indio cuando le preguntaron por el conmovedor homenaje que le rinde a su amigo, muerto en el pabellón séptimo.

Corría el año 1978 en la Argentina, los dueños del poder eran los represores del gobierno de facto, conducidos en ese momento por Jorge Rafael Videla, quienes ya habían hecho desaparecer a 10 mil personas en solo dos años, después la cifra se triplicaría.

Con este contexto, la cárcel de Devoto no era un lugar recomendable para ir a caer. El 14 de marzo de 1978 en el pabellón número 7 de la Unidad 2, comenzó una “requisa de rutina que fue inusualmente violenta”, según Hugo Cardozo, uno de los pocos sobrevivientes.

“Esta vez era más cantidad de personal que de costumbre. Nos hicieron lo mismo pero más áspero: nos golpearon. Estaban con diferentes uniformes y con garrotes. Los golpes no paraban y nos defendimos como pudimos, hasta que se fueron corriendo y quedamos solos en el pabellón”, relató Hugo en los momentos previos a que se desatara el infierno.

Cuando los ánimos ya estaban caldeados, dos guardias empezaron a disparar gases y tiros con ametralladoras. Los reclusos trataron de encerrarse, tapando la entrada al pabellón con camas y colchones. Fue la antesala a lo que se desataría unos minutos después.

Según una nota de Alan Gerónimo (publicada en Laizquierdadiario.com) el día anterior en la cárcel de Villa Devoto, en un pabellón de “presos comunes”, empieza una discusión entre integrantes del Servicio Penitenciario Federal (SPF) y los reclusos por el horario para mirar televisión.

El día después, 14 de marzo, en venganza por la discusión del día anterior empezó una de las requisas más fuertes de la historia del servicio penitenciario; la violencia del SPF era extrema y usaron el doble de agentes que en una requisa común.

Encerrados para morir

En ese lugar olvidado de Dios estaba el amigo del Indio Solari, quien quedó atrapado entre los colchones y los brutales guardias.

Recurriendo al instinto de supervivencia los reos “tapiaron” las rejas y las ventanas. Los represores –vestidos de carceleros– tiraron gases lacrimógenos y esto ocasionó un incendio en el pabellón número 7. Según versiones, pusieron candados en las puertas para que no pudieran salir los presos.

Como los habituales sádicos que siempre fueron y de la manera que se comportaron a lo largo de toda la dictadura, estos cretinos esperaron a que el fuego y el humo los mataran de a poco; y hasta impidieron el accionar de los bomberos, aduciendo que ya habían controlado el incendio.

Según Cardozo, “un cordón de uniformados que te pegaban con todo lo que tenían. Yo salí corriendo. Tenía que atravesar esos tres pisos; un pasillo de baldosas. Te resbalabas en los jugos de las ampollas reventadas a golpes de otros que pasaron antes. Algunos quedaban allí en el camino”.

Allí murió el amigo del Indio, quien no era ni siquiera un criminal esperando un juicio y según relató el ex líder de los Redondos, lo habían agarrado con un porro en el bolsillo, solo por eso murió calcinado en medio de las llamas aquel terrorífico día.

El poder del arte

En 2004 apareció el álbum «El tesoro de los inocentes (bingo fuel)», donde “Pabellón séptimo”,  escrita e interpretada por el Indio Solari trajo a la realidad el espantoso suceso. Gracias a esta canción muchos jóvenes que no habían nacido cuando este trágico hecho ocurrió, pudieron enterarse del accionar –habitual– de estos represores durante aquella época infame.

Claudia Cesaroni, abogada y autora del libro Masacre en el pabellón séptimo, junto a sobrevivientes de la masacre durante años luchó para que esta causa no sea olvidada y sea considerada un delito de lesa humanidad.

El juez Rafecas en primera instancia rechazó este planteo porque, en pocas palabras, no había presos políticos muertos en la masacre, sino solo presos comunes. La querella sin embargo apeló argumentando que dentro de la masacre podía haber muerto un desaparecido, un militante uruguayo de nombre Jorge Hernández Rodríguez de 23 años, secuestrado en agosto de 1976.

En el año 2014 la Cámara Federal porteña consideró competente a la Justicia Federal para que investigue la causa. Con los votos de los jueces Eduardo Freiler y Jorge Ballesteros del Tribunal de Apelaciones resolvió “declarar que los hechos ocurridos en el pabellón séptimo de la Unidad 2 de Devoto configuran crímenes de lesa humanidad”.

solaritesoro

Los responsables del infierno

Los acusados como: “autores, instigadores, cómplices y/o encubridores de los delitos de tortura seguida de muerte, homicidio agravado, encubrimiento agravado e incumplimiento de los deberes de funcionario público, sin perjuicio de que en el curso de la investigación surjan nuevos responsables” son:

Coronel Jorge Antonio Dotti
Prefecto Juan Carlos Ruiz
Mayor Horacio Galíndez
Subalcaide Víctor Dinamarca
Alcaide Carlos Aníbal Sauvage
Subalcaides Antonio Bienvenido Olmedo y León Oscar Guinnard
Subprefecto Armando Raimundo Gómez
Subdirector de la Unidad 2 e instructor de la causa; y el ex secretario de esa dependencia, Juan Antonio Rossi.

La letra de la canción

¡Me asfixio! ¡Dios!
Pienso en mi cara… se esta quemando, ahora, mi cara…
¡Dios!
Una explosion y los colchones se prenden fuego y
Nos quemamos vivos…
Quiero salir, quiero escapar, las puertas siguen encerrojadas.
El pabellon… en un segundo se nublo todo y ya no vemos nada mas…
Pruebo trepar hasta un ventanal buscando el aire y me balean fiero
Viejita, amor, hijas y amigas, buscan noticias en la
Puerta, ahi­ fuera…
Tiempo despues, escucho aun el ruido de loco de los paloteros
Buscan asi baldosas flojas donde escondemos tesoro y miserias
¡Pobrecito!… Pobre «el cebolla», no pudo mas,
Se degollo por miedo
Nadie es capaz (¡No pueden borrar mis recuerdos!)
Nadie es capaz de matarte en mi alma.
¡Y asi­ te dan! asi te quiebra!
Asi­ te dan por culo alli… sin mas
Por esa vez la Vieja Cosechera
Vino por mi­ y no quiso besar mi vida.
Estoy herido, estoy quemado
Voy en camilla por el Salaberry
Voy a tratar de hacer conducta aqui
Para rajar antes que mis pulmones
Si va a pasar algo conmigo
Quiero que sea en libertad… ¡Alla afuera!
¡Y nada maas! ¡Irme y nada mas!
No quiero ver mas gruesa del llavero
Ni mirar la pared si el pasarela grita
Para tapar los quejidos y lamentos
¡Ya nunca mas!
¡Y nunca ya voy a olvidarte, Pablo… nunca!

Publicidad